martes, 25 de septiembre de 2007

LA FLEMING CONQUISTA LOS ALPES






Edgar Villanueva.- Zurich (Suiza)
Fotografías: Suzanne Schwiertz.

Renée Fleming es una suerte de Rey Midas de la música: su sola presencia transforma en acontecimiento al espectáculo más modesto. Y no es precisamente modesta la Opera de Zurich, modelo de gerencia artística en Europa donde la soprano acaba de debutar fugaz y triunfalmente como Arabella, de Richard Strauss. Para ello contó con una producción del repertorio del teatro, realizada por el difunto regisseur Götz Friedrich (1930-2000) y un elenco de notable profesionalidad, que apenas resintió la baja por enfermedad del barítono Thomas Hampson, el otro "plato fuerte" del cartel.

Estrenada en la Opera Alemana de Dresden el 1ro de julio de 1933, Arabella es la última colaboración entre el compositor y el libretista Hugo Von Hoffmanstal, autor de los textos de otras cinco obras straussianas, entre las que cabe contar Elektra (1909) y El caballero de la Rosa (1911). Es una comedia burguesa de enredos y amoríos desarrollada en la Viena de fines del siglo XIX. La puesta en escena traslada la acción a la década de los 80 del siglo XX, recurso que hace más intensa la identificación del público con las situaciones cómicas y dramáticas del relato.


Al frente de la orquesta, Franz Wesler-Most, director musical de la casa, brindó una lectura poco ortodoxa, algo alejada de los amaneramientos con los que esta obra "exquisita" suele interpretarse, tímbrica y colorísticamente rica, aunque por momentos, el caudal sonoro parecía abrumar más que arropar a los cantantes.

Como la pareja de nobles venidos a menos que intenta casar a su hija mayor con el mejor partido, destacaron el bajo Alfred Muff como el conde Waldner -muy ovacionado- y la mezzo Cornelia Kalisch en su espléndida caracterización de la condesa Adelaide.
Otra memorable interpretación fue la de la joven soprano Julia Kleiter en el rol de Zdenka, la hermana menor de la protagonista, obligada a verstirse de varón para facilitar el proyecto conyugal de Arabella. Escénicamente convincente, su voz de lírico-ligera está magistralmente proyectada y su zona aguda perfectamente resuelta.
El tenor checo Peter Straka, conocido en Venezuela por su interpretación de Siegmund en La Wakiria en 1998, asumió el papel del Conte Elemer, descontrolado en sus todavía generosos medios. El otro tenor pretendiente de Arabella, Matteo, fue abordado por un insuficiente Johan Weigel.

La difícil tarea de sustituir a la otra estrella del cartel, el barítono estadounidense Thomas Hampson, estuvo a cargo de Morten Frank Larsen, de magnífica presencia escénica y elegante comportamiento vocal, algo expuesto a tiranteces en la zona aguda de su registro jovial y viril. Fue una muy digna pareja para la diva Fleming, quien tras ceder en el acto inicial (el duetto entre Arabella y Zdenka fue un triunfo completo para la Kleiter) fue apoderándose de la escena con los recursos de una artista de raza: sonidos de sueño, musicalidad ejemplar, amplitud de registro - graves plenamente audibles, augudos precisos, centro cremoso- fraseo irreprochable y conocimiento profundo del estilo de canto que aborda. Fleming ya ha paseado este papel por teatros como el Metropolitan Opera de Nueva York y la Opera de Paris, y continuará su gira europea en el Liceo de Barcelona, donde cantará el rol titular de la ópera Thaís, de Jules Massenet, junto a un esperado Thomas Hampson y el tenor José Bros, bajo la dirección de Andrew Davis.
Arabella, como otras tantas partes del repertorio straussiano, es un regalo del compositor para la voz de soprano. Desde Viorica Ursulaec, su primera interprete, hasta Lisa della Casa, su encarnación más perfecta, pasando por Montserrat Caballé, todas las sopranos consideran un privilegio abordarlo. Tal vez sean las palabras de la legendaria Lotte Lehman las que mejor definan la experiencia:

"La larga y final aria de Arabella es de una belleza indescriptible, haciendo que estos momentos sean maravillosos para mí!".

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