viernes, 29 de agosto de 2008

CIUDAD DEL TANGO




Einar Goyo Ponte




Caracas está llena de una babel de música. Por sus calles circulan con proteica variedad y velocidad el vallenato, la salsa, el reggaeton, el pop, el rock, el joropo y los pasajes recios y hasta la gaita, a partir de ciertos meses. Algo similar ocurre en capitales como Madrid, donde las coplas se dan la mano con David Bisbal y el rock en español, o en París donde junto a Yves Montand puede oirse a Rihanna o al Zouk martiniqueño bailando por les Champs Elysées. Una vez perdido por recovecos de Montpellier me tope con la voz pimentosa de Oscar D’Leon.

Pero, en Buenos Aires, en donde me encuentro al momento de escribir esta crónica, domina casi hegemónicamente el tango. En las tiendas, en las calles, en los tarareos de los pibes. El argentino, o al menos el bonaerense, tan aparentemente atildado y pagado de sí, sufre una visible transformación en presencia del tango. Sus pies comienzan por ensayar un taconeo, la cintura cobra una cadencia leve pero cierta, sus hombros se montan en las síncopas y su cabeza se agita con gracia y ritmo mientras escucha sus viejos o nuevos sones. Eso si no se levanta a bailarlo en plena calle, o a susurrar la enconada letra que se sabe de fogosa memoria.

Por eso el Festival Tango Buenos Aires, en cuya 10ª. edición he tenido la suerte de venir a caer, se convierte en un auténtico acontecimiento citadino, que enfatiza, si esto fuera posible la sístole y la diástole tanguera y milonguera que da vida a esta inmensa ciudad. Las entradas son libres y el bonaerense da cuenta de ellas a las pocas horas de su puesta en taquilla por la Gobernación y el Ministerio de Cultura y así se llenan los Centros Culturales diseminados por la ciudad en Barracas, Boedo, Recoleta, San Telmo, Palermo, los teatros Luna Park, Avenida e IFT, y los llamados “bares notables” de la historia callejera. Leyendas, estrellas e innovadores se dan cita homenajeando la música que los ha hecho de la manera que son. La Orquesta Típica Candombe, de Sebastián Plana, Susana Rinaldi, Jairo, la Orquesta del Tango de la ciudad de Buenos Aires, Amelita Baltar, el Quinteto Ventarrón, Soledad Villamil, Narcotango y Lidia Borda son algunos de los artistas que convocan la pasión de los ciudadanos.

Pudimos disfrutar en el Centro Harrods, una antigua tienda por departamentos convertida en sala de exposición, de concierto y ballroom, del Sexteto de Raúl Garello, director de la Orquesta del Tango de Buenos Aires y arreglista e instrumentista de Troilo, Goyeneche, Salgán y la Rinaldi, entre otros, y del Cuarteto de Osvaldo Berlingieri, quien también fue músico de Troilo y Miguel Caló entre otros. En ambos hay una profundísima influencia de Astor Piazzolla, en la violencia de las síncopas, la incisividad de los staccati y las semicorcheas y las variantes de tiempo, como si de una estructura clásica allegro-adagio-allegro se tratara. Igualmente conservan la distribución instrumental que Piazzolla universalizara, con el bandoneón como lider, el piano, el violín y la percusión creando un sonido absolutamente urbano, elegante y malevo como la música acendradamente nocturna que urden y exaltan. Destacó en la audición del primero su hipnótica y sensual Tocata para sexteto.

También fuimos testigos de un entrañable reencuentro de tres artistas de los años 40 y 50 (es decir compañeras y rivales de Libertad Lamarque) con un público que evidentemente nunca las olvidó, tal era el fervor y el entusiasmo con el cual se reunió y las aplaudía. Eran las “cancionistas” Elsa Rivas, María de la Fuente y Nina Miranda. La primera dueña de una aún hermosísima voz, la segunda, culpable de la versión más profunda y lacerante de la famosa La cumparsita que nunca haya escuchado, y la última, llena del malevaje lunfardo de tangos como Maula y Garufa. Fue conmovedor ver como chicos adolescentes cantaban con ellas las letras de esos viejos tangos mojados de los altos muros de esta europea ciudad del sur de América.

Aquí les cuelgo dos momentos que ilustran la aventura sureña. Primero el Libertango, de Astor Piazzolla, una de mis piezas favoritas del genio argentino, y la segunda, Nina Miranda cantando su éxito de siempre, Tu corazón, para darles una idea del espectáculo que escuchamos en el Festival.



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