lunes, 22 de septiembre de 2008

TEMPI MUSICALES I


Einar Goyo Ponte

Ya en vísperas de la próxima temporada musical, abordemos lo referente a los llamados tempi musicales, como anunciamos en ocasión del glosario ya publicado. El vocablo viene, claro, del italiano, y literalmente traduce “tiempos”, que en castellano da ambiguas connotaciones. Aquí hablamos de aquello que usted se encuentra en el programa de mano de un concierto o en el cuadernillo de un Cd, debajo del título de una sinfonía o un concierto y que le divide la audición de la misma como en capítulos o actos de un drama teatral o de una novela. Por ejemplo, el Concierto “La primavera”, de Las cuatro estaciones, de Vivaldi, y luego tres menciones: Allegro, largo e pianissimo y, de nuevo, allegro. Obviamente más voces en italiano. Pero, ¿qué significan? No se avergüence de responder que no sabe, pues, a veces ni los mismos ejecutantes lo conocen a cabalidad.
En Los grandes temas de la música (1985), de la Editorial Salvat, Emilio Casares nos dice que el tiempo musical es una realidad abstracta, dependiente de muchas variantes, pero sobre todo de la subjetividad del intérprete y del oyente. Acústica, cantidad de instrumentos, destreza, pueden incidir en la realización física de un tiempo musical, o sea de un pulso, de aquello con lo que medimos los compases de la música marcada en la partitura y que el ejecutante lee y articula. Pero hay unos parámetros convencionales, asumidos y compartidos en el universo musical que están definidos relativa pero identificablemente por estos tempi musicales, cuya función primordial, para la dimensión del oyente, y como referencia rítmica y física para el intérprete, es la de otorgarle carácter a la pieza musical. En términos de duración, de velocidad o ritmo, así como nos resulta clara la diferencia entre un pausado bolero y un urgente merengue, la música “culta” encuentra sus realizaciones sobre la base de estos dos pulsos: lo lento y lo rápido. Ahora, como se trata de una expresión elaborada, de honda repercusión estética, entre estos dos polos se han desarrollado amplios matices que aportan humor, personalidad, tensión, potencia, o sea, carácter, a la pretendidamente objetiva música. Es como en Shakespeare, cuyas obras no se reducen al maniqueísmo de buenos y malos, sino que hay todo un espectro de la psicología humana desplegado en sus dramas.
En música podemos organizarlo en tres grandes grupos: los tiempos lentos, los medios y los veloces. Así en el conjunto de los lentos tenemos varios grados, que irían del más “tranquilo” al menos “sosegado”: primero el Lento, con el cual Chopin marca su célebre “Marcha fúnebre”, de la Sonata No.2 para piano; escúchese en el click colgado aquí seguido.



Le sigue el Largo, muy frecuentado por los autores barrocos, por ejemplo, el movimiento lento del Invierno vivaldiano, donde oímos la lluvia. Aquí lo tenemos con sólo hacerle click, aunque la versión que se oye pareciera indicarnos que "largo" no se sintiera tan lento como creeríamos en el siglo XVII.



El más citado es el Adagio, de imprecisa traducción, pero inconfundible en la popular pieza de Tomaso Albinoni, que lleva ese nombre y que escuchamos aquí en el dispositivo a continuación.



Luego está el Grave, con cuya indicación marca Gustav Holst a Saturno, el anciano, en su Suite Los planetas. Aquí lo colgamos en versión de Herbert Von Karajan.




Cerramos con el Larghetto, más rápido que el largo, y que encontramos ejemplar en el movimiento suave del genial Concierto para violín, de Beethoven, amable y extático como pocos, el cual pueden oír en la primera carga directa de mi discoteca particular, gracias al dispositivo de Imeem, aquí debajo colgado; al violín, David Oistrakh.

02 ヴァイオリン協奏曲ニ長調op.61 第 Larghetto Beethoven Violin Concerto - David Oistrakh, ORTF, Dir. André Cluytens

Los dos grupos restantes en una próxima entrega.

domingo, 14 de septiembre de 2008

PAVAROTTI INOLVIDABLE

Einar Goyo Ponte

Al momento de leerse esta crónica, ya el tenor catalán José Carreras habrá cantado en Nápoles su homenaje, y ayer, la grandiosa Misa de Réquiem, de Verdi habrá retumbado en la ciudad de Módena, cuna del cantante de ópera más popular y carismático del siglo XX: Luciano Pavarotti, quien falleciera hace ya un año, dejando en el eco de su hermosísima voz, el tamaño exacto de su vacío. Desde el sábado 6 hasta el 12 de octubre, fecha de su natalicio, los homenajes y actos especiales se sucederán en el mundo, con su cumbre en la exposición El hombre que emocionó al mundo, en la propia Roma, en los Foros Imperiales, para recordar sus más de 40 años de carrera. Incluso sus antiguos compañeros de escena en sus conciertos líricos-pop Pavarotti & Friends, Elton John, Bono, Sting, Zucchero y Lucio Dalla, entre otros, preparan para su aniversario natal una edición especial del evento en su memoria.

Pavarotti es un artista muy difícil de olvidar, pero el tiempo marca sus pautas y cimas, y aquí queremos hacer una panorámica por sus momentos más trascendentes tan sólo en el mundo discográfico, como tenor mediático que fue, exprimiendo de ello, la más sustanciosa pulpa. Una selección de las que consideramos sus mejores grabaciones.













Muy temprano en su carrera recorrió titulares y noticieros del mundo al cantar con un éxito inédito desde hacía más de un siglo el rol de Tonio en la ópera La fille du regiment (La hija del regimiento), de Gaetano Donizetti, con su espectacular aria “Pour mon ame”, la llamada de los “nueve do”. Para la memoria quedó su grabación de 1967, con Joan Sutherland, en su sello de siempre, DECCA-London, con quien también registró uno de los testimonios más perfectos del bel canto romántico de la historia del disco, su versión de I puritani, de Vincenzo Bellini, con uno de los dúos más excelsos entre el tenor y la insigne soprano y el escalofriante falsettone de su pasaje “Credeasi misera”, en 1973. Ambos están dirigidos, por supuesto, por el especialista y esposo de La Stupenda, Richard Bonynge.




Un año antes de esta última, grabaría con Herbert Von Karajan y su vecina Mirella Freni, lo que quizás es la más perfecta versión de La Bohéme, de Puccini, con el Rodolfo, uno de sus roles insignia, desde su propio debut. No es posible encontrar un poeta más sensual y de más incontables matices.









Un salto de siete años después (1979) nos coloca en otro de sus hitos: el carnoso y vehemente Arnoldo, del canto de cisne operístico de Gioacchino Rossini, Guglielmo Tell, rol de delirante tesitura, que en su voz recobra el tinte mediterráneo romántico. Lo acompañan Mirella Freni, de nuevo y el barítono estadounidense Sherrill Milnes, dirigidos por Riccardo Chailly. Dúos, tríos y una galopante y terrible aria en el último acto, lo reconfirman en la historia como el tenor belcantista italiano más importante de la segunda mitad del siglo XX.


Antes de este hito se cuentan algunos de sus discos de recitales más granados: Pavarotti in concert (1973), que recrea su histórico debut en el Carnegie Hall, con canciones de Bellini, arias barrocas, canciones de Tosti y de Respighi; O holy night (1976), de ensoñante tono navideño; su primer recital de canciones napolitanas, O sole mio y su Verismo arias (de 1979 ambos), donde se atreve con repertorios más dramáticos. Todos han sido hoy felizmente reeditados.




En 1980 vuelve a dejar una casi imbatible referencia, con su versión de La sonnambula, de Bellini, de nuevo con Sutherland, que devuelve a la parte del tenor toda la riqueza de la herencia del inmortal Rubini, del siglo XIX.





Y lo propio realiza en el 82, con la insuperable lectura del Fausto en Mefistofele, de Arrigo Boito, en la última grabación del insigne director italiano Oliviero de Fabritiis; y en el 83, con su ideal Riccardo ( rol que le daría fama en la última década del siglo XX), del Un ballo in maschera (Un baile de máscaras), de Giuseppe Verdi, bajo la batuta de Sir Georg Solti.


Concluímos con cinco importantes discos de recital: Live at Lincoln Center (1979), que registra lo que para muchos fue uno de los mejores conciertos del siglo, con Sutherland y la mezzo Marilyn Horne, el trío de belcantistas más granado de finales de siglo, entremezclándose en los repertorios y abarcando un espectro desde el joven Bellini, hasta el voluptuoso Puccini, pasando por el Verdi temprano y tardío y el pre-verista Ponchielli;



el histórico Pavarotti premiéres (1980, con el sello CBS SONY), donde al lado de Claudio Abbado rescata increíblemente a un Verdi desconocido,de arias no escuchadas hacía más de 100 años; su At Carnegie Hall (1987), con impresionantes versiones de los Tres sonetos de Petrarca, de Franz Liszt, del Ave María schubertiana, y del “Angelo casto e bel”, de Il Duca d’Alba, de Donizetti;




su flamboyante Passione (1985), segunda colección de canciones napolitanas en elegantes arreglos orquestales; el primero de Los tres tenores, desde Caracalla en 1990, pese a sus detractores un momento irrepetiblemente feliz del canto; y su despedida discográfica, el original y emocionante Ti adoro (2003), increíble reinvención del tenor en su ocaso. Si usted es inmune aún a la fascinación de su voz, aquí tiene casi una veintena de sus grabaciones para dejarse seducir. Si ya se ha iniciado en esta experiencia de la belleza, comparta conmigo su opinión acerca de la selección, o aporte sus favoritos. El encanto de su voz tiene visos de eternidad.

lunes, 8 de septiembre de 2008

DE LA L A LA T


Einar Goyo Ponte


Segunda entrega de esta suerte de glosario musical para asistir a los lectores en el intento de descifrar lo más intangible de estas crónicas: el fenómeno sonoro. Saltaremos directamente a la letra L, pues no encontramos vocablos especialmente relevantes en H, I, J y K. Intermezzo, por ejemplo, será trabajado en un espacio particular dedicado a las formas y tiempos musicales, que necesitan un tratamiento más orgánico.


Legato: (en castellano “ligado”) Alude a la manera de ejecutar o cantar las notas de una partitura en forma “ligada”, sin romper la continuidad ni cortarlas para tomar aliento. Da el efecto de estar describiendo el perfecto arco de una melodía, como Luciano Pavarotti cantando los primeros versos del aria “Recóndita armonia”, de la ópera Tosca, de Puccini, en cualquiera de sus versiones a partir de 1990. Aquí podemos oírlo en un concierto en su Módena natal en 1991 interpretándola gracias a You Tube.







Modulación: Es cuando a través de un pasaje musical se opera un cambio de tono. Los más notables son aquellos que pasan de tonos mayores a menores o viceversa. En ello reside el efecto de iluminación o penumbra de una obra musical, como un cambio de humor, repentino o gradual. Con una modulación espectacular de modo menor a mayor, representa Haydn la creación de la luz al inicio de su oratorio La creación.

Opus: Del latín, y significa obra. Es la nomenclatura que se utiliza más frecuentemente para numerar, ordenar y catalogar las obras de los compositores. Del menor al mayor suelen indicar obras más tempranas o tardías de cada autor.

Pizzicato: Es cuando violinistas, violistas, cellistas o contrabajistas pulsan sus cuerdas con los dedos, sin el arco, como pellizcándolas, que es la etimología de la palabra. Johann Strauss hijo tiene toda una Pizzicato polka, para ilustrar el concepto. Escúchenlo aquí en versión del célebre Clemens Krauss, en un concierto de Año Nuevo en Viena.



Rubato: (en italiano, robado) Es cuando un ejecutante al tocar modifica el valor métrico de la notas. O sea, hace que las largas suenen cortas o viceversa. Es lo que caracteriza y da ese efecto tan ensoñante y lánguido en, sobre todo, las mazurcas, nocturnos y preludios de Chopin. Rubinstein, Arrau y nuestra Teresa Carreño eran maestros en la técnica. Escuchen al segundo de ellos en un iluminador ejemplo tocando el Nocturno No. 1. Op. 37


Síncopa: En música, los tiempos, o sea las unidades de medida del ritmo, son los compases, que pueden ser binarios, ternarios o cuaternarios de acuerdo a sus pulsos (2, 3 o 4). Estos a su vez se distinguen en fuertes y débiles por su acentuación. En un vals, por ejemplo hay un tiempo fuerte seguido de 2 débiles (pum-ta-ta). Cuando en ese tiempo fuerte no cae el acento fuerte o se altera un débil por otro fuerte hay síncopa, y es lo que le da la particular cadencia a la música cubana, brasileña o venezolana. Puede sentirla por ejemplo en La comparsa, para piano, de Ernesto Lecuona o el Joropo, de Moisés Moleiro. Les cuelgo aquí la primera, en una ejemplar versión, con Thomas Tirino, en un video de You Tube.





Tesitura: Es la extensión o el rango en que está escrita una partitura. Nota más baja y más alta, así como el rango sobre el que más se desplaza. Se utiliza para definir la dificultad de una obra vocal. Por ejemplo el Don Giovanni, de Mozart, es de baja tesitura para un barítono, por eso le resulta cómodo de cantar; la Turandot, de Puccini, es por el contrario tirante para la soprano pues la hace cantar notas graves importantes y de improviso la eleva a agudos de gran tensión.
Caten ustedes ambos ejemplos. El primero en audio, del Don Giovanni, de Mozart, con el dúo "La ci darem la mano", del Acto I, con Samuel Ramey y Kathleen Battle, y el segundo en un glorioso video desde Macerata en los años 60, con la legendaria Birgit Nilsson y el enorme Franco Corelli, en la escena "In questa reggia", del Acto II, de Turandot.





Pronto una nueva serie de este glosario.