martes, 7 de abril de 2009

LEJOS DEL PARAISO


Einar Goyo Ponte


Gianni Schicchi es la única ópera cómica de Giacomo Puccini. Corresponde al “Paraíso” de su trilogía de óperas en un acto llamada Il Trittico, y que el músico italiano estrenara en el Metropolitan de Nueva York, en 1918, con estrellas como Claudia Muzio, Geraldine Farrar y Giuseppe De Luca entre los protagonistas de cada título. Puccini quería que las tres óperas representaran un estadio de aquellos imaginados por Dante Alighieri en su Divina Comedia: el Infierno sería el tenebroso Il tabarro, y el Purgatorio, la patética Suor Angelica. Con la cómica y genial Gianni Schicchi salimos a la luz.


Por su brevedad, la eficacia del libreto de Giovacchino Forzano y la música inteligente y de inmediato impacto, sin concesiones fáciles, además, de Puccini, Gianni se ha hecho una ópera de frecuente paso por las tablas, de relativamente fácil reunión del reparto y agradecida para los quince roles que necesita poner en escena. En Caracas se ha montado no menos de 5 veces en veinte años, en diferentes montajes.


Este que vimos el miércoles 1 de abril en el auditorio del Colegio Emil Friedman, es quizás el menos imaginativo de los vistos recientemente. Fucho Pereda, quien firma esta versión, parece haberse agotado en resolver la decoración y el vestuario, que tienen personalidad y dan inequívoco carácter a los personajes, porque luego olvidó preocuparse por darle coherencia, vivacidad y hasta el mínimo de credibilidad a los trucos escénicos que una obra cómica como Schicchi, cuyo centro es la suplantación de un personaje, pide a gritos. La entrada del Mastro Spinellochio parece que los sorprendiera a todos y que se arruinara la tentativa de Schicchi de hacerse pasar por el recién muerto Buoso Donati. La escena cumbre, la del testamento, delante de notario y testigos es igualmente infeliz por la mala resolución de los espacios y la falta de sobriedad de movimiento de la regia. El resultado es una puesta aburrida, que desperdicia el genial personaje coral de los parientes de Donati, pues al dejarlos a su cuenta, estos no hacen más que repetir gestos, estereotipos, absurdos e inconsecuencias distractoras a lo largo de la hora larga que dura la ópera.


Gaspar Colón Moleiro reinó solitariamente en escena como el astuto protagonista. Con el color poderoso de su instrumento baritonal y su prestancia escénica, no obstante su Schicchi se apega demasiado al manual de la tradición vocal del personaje; quiero decir que resuelve el papel, pero de manera bastante impersonal. No tuvo, como hemos dicho, rivales en escena: a la Lauretta de Darcy Monsalve urge olvidarla apenas masacra la preciosa aria “O mio babbino caro”, y Gilberto Bermúdez hace sus mejores esfuerzos como Rinuccio, pero la voz se le va opacando en los apenas quince minutos que tiene de protagonismo y al final de su hermosa aria “Firenze é come un albero fiorito”, bella síntesis narrativa de la ciudad que dio origen al Renacimiento, sus agudos se acercan a la caricatura. Amelia Salazar, Martín Camacho, Adriana Portales, Jerónimo Ramos, Ana María Fernández, Alexander Hudec y Miguel Angel García son la banda de deudos de Donati más desconcertada y de calidad vocal más deficiente que haya escuchado en esta ópera (el trío de Zita, Ciesca y Nella arrullando a Schicchi fue espeluznante). Blas Hernández cumple con sobrada eficacia en su doble rol de Spineloccio/Notario.


Victor Mata dirigió a una desvencijada Orquesta Gran Mariscal de Ayacucho, un poco lenta, aunque cómplice con los cantantes, aprovechando los momentos de solidez vocal para brillar un poco, pero sin verdadera morbidez tímbrica, y eso en Puccini, uno de los compositores más sensualistas de la historia, es pecado que se paga, al menos con el Purgatorio.


Les regalo el "O mio babbino caro", en la voz de una de las mejores puccinianas de la historia: la Signora Renata Tebaldi. Haz click debajo.



01 Gianni Schicchi, opera- O mio babbino caro.wma - Renata Tebaldi

lunes, 6 de abril de 2009

DUDAMEL EN EL QUINTO INFIERNO



Einar Goyo Ponte



En el site de Internet del sello Deutsche Grammophon, referente a la más reciente grabación de la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar, con Gustavo Dudamel al frente (Tchaikovsky 5), éste confirma que después de Beethoven, el ruso es el compositor más amado (y por ende frecuentado) por nuestra orquesta, y que ello es resultado de la pasión del Maestro José Antonio Abreu por ellos. Así se remonta a los años iniciales, cuando los chicos de entonces, maestros de la orquesta de hoy, comenzaban a deslumbrar, en sus primeros conciertos, con la Obertura 1812, la Cuarta Sinfonía, y las dos obras contenidas en este nuevo Cd, por fin llegado a nuestras tiendas: la Quinta Sinfonía y la Fantasía Sinfónica Francesca da Rimini.

La quinta de las sinfonías tchaikovskianas es un momento cumbre en esa suerte de autobiografía que el compositor escribió a través del ciclo de seis. Después de la desesperación incontrolable de la Cuarta, en ésta hay una madurez y una postura valiente, llena de carácter y de expresión heroica. Dudamel dirige esta obra con suma convicción. Hay en todo el primer movimiento una coherencia de ritmo y de contraste entre la presentación y desarrollo de los diversos temas, que le da justo brío narrativo. Muy sugerente la sonoridad grave de fagotes y contrabajos de los compases iniciales, y el contraste con el brillo de la orquesta en el Allegro con anima.

La construcción del célebre Andante cantabile descansa en los fraseos expertos de los solistas del corno y del clarinete en la exposición del hermoso tema principal, y en el trabajo con las dinámicas y el sentido de gradación que el director consigue. Lo comparé con dos lecturas ( Karajan y Ashkenazy), y siento que la de Dudamel es menos abrupta que la de uno y más densa que la del otro. Sin embargo, en el Valse, del tercer movimiento, nuestro director se hace cómplice de la misma intrascendencia y ligereza de expresión que aqueja a aquellos y que hace que este sea el menos atractivo de los cuatro tiempos. Poderoso, febril, rotundo es el Finale, cuidado de detalles en el Andante maestoso, para explotar con nervio en el vivace. Sin embargo, la característica pasión por la velocidad de Dudamel hace que el fragmento pierda la majestuosidad sensual que en Karajan es prodigiosamente homogénea en todo el pasaje.

Por ello, el corolario de la grabación viene a convertirse en la verdadera pieza estelar de la misma: la Francesca da Rimini, que considero una de las obras maestras absolutas del músico ruso, por ser una de las recreaciones musicales más geniales y fieles al espíritu del original literario (aquí es el Canto V del Inferno de la Comedia, de Dante), se convierte en manos de Dudamel, en verdadera e impactante “música física”: la sensación de descenso al averno, con ese sonido inicial que parece que apunta a la más tenebrosa de las cimas, lo opresivo y escalofriante, ahora tamizado por la sensibilidad romántica, vía Delacroix o más genialmente, Gustave Doré, de los parajes dantescos, el silbido de los vendavales que azotan a los protagonistas del pasaje, pues en este círculo, el segundo del Infierno, Alighieri imagina que pagan su culpa los lujuriosos, arrastrados por un huracán incesante. En el vórtice de ese horror Dante descubre a su parienta Francesca, quien, atada, por toda la eternidad a su amante Paolo, con quien engañó a su esposo, el autor de la muerte de ambos, es arrastrada por el viento pavoroso. El episodio central es la narración de su idilio de la pareja, su culpa, su muerte, su tristeza por perder el alma, pero también la exaltación de su amor eterno, y el retorno espantoso al tormento infernal. Todo ello está puesto, por Dudamel, en escena, de manera que convierte la audición en una experiencia corpórea. Lo más cercano a este apartado en mis oidos, es el lejano recuerdo de la lectura de Juan Carlos Núñez a fines de los 70, con esta misma orquesta. La atmósfera de la grabación en vivo colabora maravillosamente a estas impresiones. Sin embargo la diafanidad y el brillo del sonido de todo el Cd sigue estando a años luz de la fama del sello alemán DGG.
Ilustro todo lo escrito con la Francesca da Rimini, en su poderosa lectura, de esta grabación del año pasado, en vivo, por la OSSB y Gustavo Dudamel, colgada aquí en el click próximo. También en la sección De Tántalo y otras galaxias asomamos el site donde puedes leer más información sobre este nuevo Cd.


5. Francesca Da Rimini, Op. 32.wma - Orq. Sinfónica Simón Bolívar. Dir. G. Dudamel

LA IMPRONTA DE IDIL BIRET



Einar Goyo Ponte



La pianista Idil Biret es una de las músicos más importantes de Turquía. Fue alumna de lumbreras del piano del siglo XX como Alfred Cortot, Wilhelm Kempff y Nadia Boulanger, y su carrera incluye los mejores premios, la compañía de las mejores orquestas y más legendarios directores, así como un avasallante número de grabaciones equivalente al de las estrellas más mediáticas, en cuyo nivel de excelencia ella se cuenta. Tuvimos el lujo de su visita este martes 17, escoltada por la Orquesta Filarmónica Nacional, bajo la dirección de Luis Miguel González.



Su joven batuta decidió abrir fuegos con la obertura de la ópera Los maestros cantores, de Richard Wagner. Sin las ambiciones sinfónicas de la mayoría de sus obras, el autor alemán se restringió aquí a la orquesta romántica, enfatizando sin embargo, la sección de metales, con las cuales crea una atmósfera de fiesta y comedia solemne, con particular empeño en la tuba wagneriana, de la cual el ejecutante de la OFN sacó un partido inestimable. No podemos decir lo mismo de la sección de cuerdas, anémica, no sólo aquí, sino en todo el concierto.

Idil Biret se decantó con el Concierto en la menor, para piano y orquesta, Op. 16, del noruego Edvard Grieg, selección de directo e inapelable lucimiento del virtuoso, y ello quedó manifiesto casi de inmediato, tras la rotundidad de su ataque, la autoridad de sus notas graves, la seguridad de sus figuraciones en escalas, el dominio exacto de las síncopas y variantes rítmicas aportadas desde el folklore nórdico, y sobre todo la impactante impronta de su digitación ante los tutti orquestales, la cual, de no haber sido por el vergonzoso estado del piano que la Sala Ribas del Teatro Teresa Carreño le puso a disposición (de ruinoso y entelarañado registro medio e irregulares agudos), hubiera mantenido en igualdad de condiciones sin problema alguno durante los pasajes más copiosos y electrizantes. En la excepcional cadenza hurgó en casi inéditas sonoridades oscuras de perfume impresionista, con las que personalizó su interpretación. En el Adagio siguió escarbando en una visión intimista, más cercana al de las Piezas líricas para piano solo del compositor que a la extroversión de este concierto, para coronar con poderosos fraseos e imponentes pasajes de octavas. Su coda es una de las más enérgicas y desafiantes escuchadas en este concierto, en lectura en vivo o grabación alguna. Quizás hipnotizado por la soberbia prestación de la tecladista, González no se ocupó demasiado de sacar matices ni sutilezas de su orquesta.

Por fortuna sí las exigió en su versión de la Sinfonía en re menor, de César Franck, la única del músico francés. Esta obra, que escuchada en discos, podría resultar un tanto aburrida, al dar la impresión de insistir sobre un reducido puñado de temas musicales, gana en la ejecución en vivo, donde puede apreciarse cómo las secciones orquestales diseñan la evolución de esos motivos, su metamorfosis en distintos afectos, su progresión a través de diversos parajes tonales. Es, como un buen producto intelectual francés, la progresión narrativa de una sinfonía, mientras se nos muestra gentilmente cómo se compone esa misma sinfonía. En esto Franck se adelantó en poco menos de un siglo a la Nouvelle Vague cinematográfica, al Nouveau Roman y a las teorías de Barthes, Genette, Baudrillard y otros, en la crítica de arte y literatura. Salvo en un momento, desdichadamente largo, en el que las cuerdas perdieron casi totalmente la brújula de la afinación, la dirección de González y el buen hacer de los vientos, logró hacer transparente esta intención artística del compositor.

Para una referencia de la excelente pianista que es Idil Biret, aquí les cuelgo su lectura de la Rapsodia No 2, Op. 79, de Johannes Brahms, del año 1989.



10 Rhapsodie Op 79 No 2.wma - Brahms/ Idil Biret