martes, 6 de septiembre de 2011

LUCIANO PAVAROTTI: MEMORABILIA II

Einar Goyo Ponte

Un año más sin Luciano Pavarotti. Y mientras más lo escuchamos más vasta es su falta. En esta segunda entrega de su Memorabilia recordamos uno de sus más grandes roles, el de Nemorino, en la ópera L'Elisir d'amore, de Gaetano Donizetti. En el libro My own story, de 1981, llegó a declarar que junto al Rodolfo de La bohéme pucciniana, era su rol favorito o de suerte, pues con ellos triunfaba cada vez que debutaba en un nuevo teatro. Y era natural pues su voz era la exacta para ambos papeles. Del poeta de La Bohéme hablaremos en su momento, pero este Nemorino suyo era la quintaesencia del belcanto romántico: belleza de timbre, solaridad en la emisión, canto mórbido, gracia, chispa y elegancia. Además su estilo de canto, entre vehemente y melancólico lo hacía dramáticamente perfecto para el papel que navega entre la cómica ingenuidad, el encanto bucólico y el galán enamorado. Todo ello está concentrado en una de las romanzas más justamente célebres de todo el repertorio lírico, la ensoñante "Una furtiva lagrima", fragmento idílico y arcádico donde los haya. Es un aria de virtuoso, pero no porque demande grandes exigencias de tesitura ni agilidad, de las cuales casi se diría que carece. Su toque está en el canto expresivo, que debe colorearse y sembrar de "nuances", como se diría en francés; "sfumature", en italiano; vaya!: de delicados matices en español. Para que se aprecie la madurez de Pavarotti en este rol les ofrezco dos indispensables versiones: la primera está tomada de su histórica grabación de estudio, de 1970, con todos los cortes abiertos e incluso con agregados e interpolaciones, al lado de la soberbia Joan Sutherland, y un discutible Spiro Malas, como Dulcamara, bajo la dirección del especialista Richard Bonynge. La segunda es de nueve años más tarde, cuando en la cúspide de su voz y de su feliz matrimonio con Nueva York, canta la mejor versión que creo que nunca dio de esta rutilante aria, acompañado por la Orquesta del Metropolitan Opera House, que dirige el veteranísimo Nicola Rescigno. Dos momentos estelares de Pavarotti en una misma aria.