jueves, 27 de mayo de 2010

LA OPERA: CICLO DE CONCIERTOS LIRICOS




La fundación Pro Arte musical es una institución sin fines de lucro que tiene como objetivo la promoción de actividades culturales fundamentalmente en el campo de la música.
La fundación se propone presentar un ciclo titulado “La Ópera” que consta de cuatro conciertos que llevan por título:

 La Ópera: El Drama de Amar

 La Ópera: El Escenario de la Voz

 La Ópera: Al límite de la Pasión

 La Ópera: La Parola Scenica.



Será un recorrido por el transito vital de compositores como Mozart, Donizetti, Puccini, Verdi, Rossini entre otros, con una representativa selección de arias y conjuntos de sus óperas más famosas. Esta propuesta estará a cargo de un plantel de jóvenes profesionales bajo la dirección escénica de Orlando Arocha y la preparación musical de la maestra Lucy Ferrero, ambos reconocidos artistas de gran trayectoria, dentro de la lírica y el teatro nacional.

El ciclo se iniciará el próximo 30 de Mayo a las 11:30 am en el auditorio del colegio Francia ubicado en La Carlota, y en cuyo concierto se podrán escuchar arias, dúos y conjuntos de las óperas Idomeneo, de Wolfgang Amadeus Mozart; de Capuleti e Montecchi y Puritani, de Vincenzo Bellini; de Semiramide y L’italiana in Algeri, de Gioacchino Rossini; de La favorita y Anna Bolena, de Gaetano Donizetti; de Un ballo in maschera, de Giuseppe Verdi; de Samson et Delilah, de Camille Saint-Säens; de Adriana Lecouvreur, de Francesco Cilea; de La Wally, de Alberto Catalani, y de Manon Lescaut, Bohéme, Madama Butterfly y Turandot, de Giacomo Puccini.




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lunes, 10 de mayo de 2010

DIARIO CHOPINIANO I: Chopin niño

Einar Goyo Ponte




Para afinarnos junto al mundo musical académico, este blog celebra también el bicentenario de Frederic Chopin (Polonia,1810-París,1849). Y queremos hacerlo de una manera particular. Trataremos de ir desplazándonos por su trayectoria vital y artística, al tiempo que vamos encontrando la escritura, publicación o estreno de sus obras. No es Chopin, como otros románticos –a pesar de ser casi el arquetipo de ellos-, un hombre que utilizara la música como correlato de su vida, y en el que sea fácil encontrar trazas biográficas en las notas musicales de sus partituras. No es fácil, pero no es imposible, por ello este ejercicio, que comparte la imaginación, la visión retrospectiva, la melomanía, la lectura y la investigación, para proponer un viaje o bitácora musical por la vida del insigne “poeta del piano”. De allí el levemente abusivo nombre de diario chopiniano, que condensa y sugiere la aventura lectora y audible.




Fryderyk Franciszek Chopin nace el 1 de marzo de 1810 en Zelazowa-Wola, pueblo de Polonia, en el seno del matrimonio de Nicolás Chopin, natural de la Lorena francesa y de la polaca Justina Krzyzanowska. Es el segundo hijo de ambos. El mismo año nacen dos grandes hombres que directa o tangencialmente tendrán que ver con la vida del que será el famoso pianista-compositor: Robert Schumann, su agudo admirador, y Alfred de Musset, quien vivirá tormentosos amores con la que será una mujer crucial en la existencia chopiniana, la escritora George Sand. Un año después nacerá su amigo, y a ratos rival, Franz Liszt, un año más y el mundo oirá por primera vez la Séptima Sinfonía, de Beethoven. En 1813 vendrán al mundo Giuseppe Verdi y Richard Wagner, en el 15, Schubert compondrá su lied El rey de los elfos, y el mismo año que el niño Fryderyk, de apenas cinco, comienza a estudiar piano (1816), Rossini estrena El barbero de Sevilla, una ópera que marcará indirectamente la futura obra del polaco. Cinco años que definen una época y que determinarán el mundo artístico y la estética que rodearán e influenciarán a Chopin.


Mientras va ocurriendo todo esto, el pequeño Fryderyk crece en la Pensión Chopin, su propia casa y lugar de trabajo de su padre, profesor de francés y de otras disciplinas que los hijos de los nobles de la zona recibirán con agrado, y comienza a recibir las primeras lecciones de música de Wojciech Zywny, su primer y entrañable maestro.


Así, en 1817 compone sus dos primeras piezas, precisamente las primeras de una serie que lo haría famoso y por la cual su nombre se asociaría por siempre al de su patria: las Polonesas. Se publicarán sólo después de su muerte, pero hoy, escuchadas retrospectivamente, nos hacen olvidar que son la obra de un niño, seguramente ayudado por su orgulloso y sentimental maestro, y si bien no vemos la profundidad que encontraremos en el Chopin adulto, ya contienen el firme aroma de su música melancólica y elegante, sin distanciarse de su raíz cultural.
Las podemos escuchar aquí mismo haciendo click en los links agregados, los cuales les abrirán una ventana hacia el audio de Shared.com. Corren a cargo de la notable pianista turca Idil Biret:


Una nota final sobre la ilustración tipo dibujo animado japonés de la cabecera del post. Proviene del juego de video electrónico Eternal sonata de la casa Namco, donde Chopin es el personaje principal. Mayor información en el link http://www.eternalsonata.namcobandaigames.com/.

lunes, 3 de mayo de 2010

FAMILIA QUE GUITARREA UNIDA...

Einar Goyo Ponte

Emboscada de guitarras podría ser una no muy desafortunada frase para calificar la tarde del domingo 25 de abril, en el concierto que nos deparara la Orquesta Sinfónica Municipal (en su 30 aniversario), en el Teatro Teresa Carreño, acompañando al cuarteto de virtuosos Los Romeros, verdadera dinastía de la guitarra española, compuesta hoy por los hijos del fundador Celedonio Romero, Angel, Pepe y Celín y sus nietos Celino y Lito. Angel, quien nos visitara rutilantemente en julio del año pasado, no asistió.

En su lugar, para tocar su versión del célebre Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo (1900-1999), el mayor de los hermanos, Pepe Romero, brindo un toque intimista, sin demasiado virtuosismo, pero que rindió sus frutos en el famoso Adagio, que sonó transparente, reflexivo, sentimental, como pocas veces, amparado por el pulso incruento de Rodolfo Saglimbeni.

Sin embargo todo cambió cuando la familia se reunió para el número de gala de la velada, el Concierto Andaluz para cuatro guitarras, que el maestro Rodrigo compusiera especialmente para ellos en 1967. Doble excepcionalidad: la obra inusual, ejecutada por sus intérpretes originales. Fue una fiesta de acoplamiento, sincronía, sonido galante, sabor, saber y algo que sólo una vida entera de dedicación a la guitarra puede dar: un magisterio plural, espontáneo y avasallante. La manera como se intercambiaban solos y pasajes, los pulsos, rasgueos, digitaciones, matices que multiplicaron hasta lo inefable ribetearon una experiencia inolvidable, no sólo en el felicísimo Tempo di bolero inicial, sino en la nocturnidad de serenata del Adagio, y en el zapateado del Allegro final. Tres bises, todos de rancio sabor español, con fragmentos de zarzuela incluidos, les costó al destellante cuarteto que el público los dejara salir de la sala. Saglimbeni encontró más incisividad y se entregó por entero a la concertación con sus protagonistas, con lo cual hubo un sostén de alta calidad en la ejecución.

Todo este júbilo eclipsó casi por completo la muy correcta, pausada y un tanto flemática lectura de la primera parte de la violinista Virginie Robillard y el Mtro. Saglimbeni, del Concierto en re mayor, Op. 61, de Ludwig Van Beethoven, quien –ya lo he insinuado antes- se convierte en un apocado Mozart cuando es tocado sólo correcta y apolíneamente. La garra, el nervio, la tensión, el asomarse constantemente a los horizontes futuros que sus sucesores cumplirían, faltan siempre en esta escogencia de estilo para interpretar a Beethoven.

Las guitarras en cascada borraron toda otra insuficiencia.