Einar Goyo Ponte
En la continuación del Primer Festival Encuentro de Artes España Venezuela, pasamos de lo camerístico a lo sinfónico con la fusión de tres orquestas: la Sinfónica Simón Bolívar, la Joven Orquesta Nacional de España y la Orquesta Presjovem, de Lucena, en Córdoba. Tres directores se enfrentarían a esta triple masa sonora: Alfredo Rugeles, Christian Vázquez y el madrileño Pablo Mielgo. Por razones de fuerza mayor no pudimos presenciar el concierto del maestro español, pero sí asistir a la interpretación espectacular de la Segunda Sinfonía “Resurrección”, de Gustav Mahler, del jueves 3 de abril en la Sala Ríos Reyna.
La cual fue preludiada por el estreno de Fantasía sobre una fantasía de Alonso Mudarra, de José Luis Turina, compositor español contemporáneo. Sobre una fantasía para vihuela o guitarra de un compositor del siglo XVI, autor de unas famosas Diferencias sobre “Guárdame las vacas”, a partir de cuya melodía se inspiró el polo margariteño nuestro, según algunos musicólogos, Turina elabora una obra brillante, dinámica que se relaciona por analogía con las Variaciones sobre un tema de Purcell, de Benjamín Britten, por el juego con las diferentes secciones tímbricas y el sabor arcaizante. También es excitante ejercicio sobre el caos sonoro, ordenado por la aparición del tema que reconduce a la tonalidad luminosa. Era difícil pensar en alguien más idóneo para dirigir una obra así que Alfredo Rugeles, cuya vena compositiva le es afín y harto conocida su cruzada por la música contemporánea.
La Sinfonía “Resurrección”, de Mahler se ha hecho una obra frecuente en nuestras salas y en el repertorio de la Sinfónica de la Juventud Venezolana. Al parecer, Abreu, Abbado, Rattle, (entre los directores estelares extranjeros) y el propio Dudamel comparten esa pasión por el compositor alemán que consciente de sus partituras pronosticó que su obra sería entendida por el futuro, o sea por nosotros.
Para quien esto escribe era la primera audición que hacía del joven maestro caraqueño Christian Vásquez, de apenas 23 años de edad, y el reto me resultaba enorme. La primera sorpresa la obtengo al ver que iba a dirigirla de memoria. Estamos hablando de una partitura de casi hora y media de duración. El segundo asombro es la diafanidad tímbrica que le imprimió a la obra. La sonoridad era casi mozartiana, pero junto a eso trabajó un sentido dramático de la acumulación sonora, que en Mahler es esencial, de arrolladora contundencia, como demostró en el gran tutti, del Allegro maestoso inicial, realmente aplastante. Volvió a reafirmarlo en la brillantez y el juego rítmico del Scherzo, pasando de lo irónico a lo etéreo con gran propiedad.
Las solistas Hadar Halevy y Magda Nieves, quienes intervinieron a partir del 4º. movimiento, son las mejores voces que haya escuchado en ejecución pública de esta sinfonía: instrumentos corposos, mórbidos, plenos, capaces de abordar las amplias líneas de los fraseos malherianos. La partitura da más espacio para el lucimiento a la mezzosoprano, en este caso, la Sra. Halevy, cuyo terciopelo vocal arropó y serenó la sala en su aria inicial. Luego la soprano Nieves elevó su cuerda a las alturas con absoluta seguridad y brillo, sobrepasando incluso masas corales y orquestales.
De hecho el coro (sin identificación ninguna en el programa), gigantesco, desmesurado, como es habitual en los espectáculos de Abreu, fue el talón de Aquiles de la ejecución, pues desdecían en sonoridad de la multitud que eran. La orquesta poderosa y emotiva de Vásquez, ascendiendo por el tumulto y la apoteosis increíble del gran final inundó toda la sala con mordente, luz y rotundidad verdaderamente impresionantes.
La ovación ensordecedora y kilométrica que se le dispensó fue absolutamente merecida.
La cual fue preludiada por el estreno de Fantasía sobre una fantasía de Alonso Mudarra, de José Luis Turina, compositor español contemporáneo. Sobre una fantasía para vihuela o guitarra de un compositor del siglo XVI, autor de unas famosas Diferencias sobre “Guárdame las vacas”, a partir de cuya melodía se inspiró el polo margariteño nuestro, según algunos musicólogos, Turina elabora una obra brillante, dinámica que se relaciona por analogía con las Variaciones sobre un tema de Purcell, de Benjamín Britten, por el juego con las diferentes secciones tímbricas y el sabor arcaizante. También es excitante ejercicio sobre el caos sonoro, ordenado por la aparición del tema que reconduce a la tonalidad luminosa. Era difícil pensar en alguien más idóneo para dirigir una obra así que Alfredo Rugeles, cuya vena compositiva le es afín y harto conocida su cruzada por la música contemporánea.
La Sinfonía “Resurrección”, de Mahler se ha hecho una obra frecuente en nuestras salas y en el repertorio de la Sinfónica de la Juventud Venezolana. Al parecer, Abreu, Abbado, Rattle, (entre los directores estelares extranjeros) y el propio Dudamel comparten esa pasión por el compositor alemán que consciente de sus partituras pronosticó que su obra sería entendida por el futuro, o sea por nosotros.
Para quien esto escribe era la primera audición que hacía del joven maestro caraqueño Christian Vásquez, de apenas 23 años de edad, y el reto me resultaba enorme. La primera sorpresa la obtengo al ver que iba a dirigirla de memoria. Estamos hablando de una partitura de casi hora y media de duración. El segundo asombro es la diafanidad tímbrica que le imprimió a la obra. La sonoridad era casi mozartiana, pero junto a eso trabajó un sentido dramático de la acumulación sonora, que en Mahler es esencial, de arrolladora contundencia, como demostró en el gran tutti, del Allegro maestoso inicial, realmente aplastante. Volvió a reafirmarlo en la brillantez y el juego rítmico del Scherzo, pasando de lo irónico a lo etéreo con gran propiedad.
Las solistas Hadar Halevy y Magda Nieves, quienes intervinieron a partir del 4º. movimiento, son las mejores voces que haya escuchado en ejecución pública de esta sinfonía: instrumentos corposos, mórbidos, plenos, capaces de abordar las amplias líneas de los fraseos malherianos. La partitura da más espacio para el lucimiento a la mezzosoprano, en este caso, la Sra. Halevy, cuyo terciopelo vocal arropó y serenó la sala en su aria inicial. Luego la soprano Nieves elevó su cuerda a las alturas con absoluta seguridad y brillo, sobrepasando incluso masas corales y orquestales.
De hecho el coro (sin identificación ninguna en el programa), gigantesco, desmesurado, como es habitual en los espectáculos de Abreu, fue el talón de Aquiles de la ejecución, pues desdecían en sonoridad de la multitud que eran. La orquesta poderosa y emotiva de Vásquez, ascendiendo por el tumulto y la apoteosis increíble del gran final inundó toda la sala con mordente, luz y rotundidad verdaderamente impresionantes.
La ovación ensordecedora y kilométrica que se le dispensó fue absolutamente merecida.
Adherimos aquí el final de la 2a. Sinfonía de Mahler, en una versión de Claudio Abbado, con la Orquesta del Festival de Lucerne.
1 comentario:
Hello. This post is likeable, and your blog is very interesting, congratulations :-). I will add in my blogroll =). If possible gives a last there on my blog, it is about the Massagem, I hope you enjoy. The address is http://massagem-brasil.blogspot.com. A hug.
Publicar un comentario