Einar Goyo Ponte
Tras pasar dos semanas inmersos en la música contemporánea, oyendo los posibles clásicos del futuro, volvemos al repertorio Standard, quizás más confortable, de nuestras orquestas, y, con el sonido más emblemático de nuestra música clásica occidental: Ludwig Van Beethoven, en el programa preparado por la Orquesta Sinfónica Municipal para iniciar su Serie Grandes Pianistas Venezolanos, este primer domingo de junio.
El Concierto “Emperador”, el quinto de la serie pianística del genial sordo de Bonn, figura en mi personal Top 5, de los conciertos para piano, al lado del 3º. de Rachmaninoff, el 2º. de Brahms, el 1º. de Tchaikovsky y el 20 de Mozart. Pero, en realidad creo que el de Beethoven es casi imbatible. Plantea, ya desde hace 200 años, el formato que hará de los conciertos de teclado y orquesta, el favorito de las audiencias: el lujo de la orquestación, la enormidad del estilo, la extensión y potencia de la escritura del piano, la inagotable riqueza de los temas, el melodismo elegante y profundo a la vez, la impronta brillante a lo largo de los casi 40 minutos de duración que abarca. A diferencia de la 9ª. o la 5ª., ya casi insoportables de escuchar en cualquier versión, tras su saturación ejecutoria, el Emperador, en manos de unos hábiles y talentosos pianista y director, deslumbra casi invariablemente.
Arnaldo Pizzolante, quien es un pianista de sólida solvencia, estuvo en muchos momentos muy cerca de este logro con el Concierto No.5, pero su pianismo, su juego con las dinámicas, su resistencia para las largas extensiones a recorrer, que esta obra propone (es como una carrera de 400 metros), aún está distante de sus exigencias. Su digitación es férrea, tiene uno de los mejores trinos, tresillos y arpegios de nuestros tecladistas, y sus octavaciones son contundentes, pero es débil al mantener la tensión interpretativa e hilar los diversos pasajes, en concordar con la orquesta en pasajes de particular concertación, y es avaro en matices y juego de claroscuros. Además la memoria lo traicionó en un par de ocasiones. Rodolfo Saglimbeni, al frente de su OSMC, planteó un estilo de abordaje a la obra, que encontraría mucho más felicidad en la segunda parte del concierto. Esto es, se aproximó al estilo más rústico e incisivo de las lecturas “de época”, de nuestra modernidad, lo cual, al intentar sostener las fisuras de su solista, terminó dando un efecto ambiguo.
Pero Saglimbeni es una de las escasísimas batutas en nuestro medio, interesado en la investigación filológica de este repertorio clásico, y ha estudiado las nuevas ediciones de ellas, con sus indicaciones de orquestación, de velocidad, de ejecución instrumental, de pausas e indicaciones dinámicas. Por ello, su lectura de la Sinfonía Eroica, la No. 3, de este domingo es una de las más interesantes escuchadas en Caracas, de esta obra.
Velocidad sin concesiones, sonido más bien hiriente que mórbido (hay que recordar el escándalo que muchas sinfonías beethovenianas suscitaban por lo “ruidosas” que sonaban a los oídos de entonces, montaje de pasajes discernidos casi camerísticamente (como el soberbio pasaje de los cornos a 3 voces en el Trío del Scherzo), búsqueda de una transparencia orquestal (solo 60 músicos empleó) y con especial atención a unas formas clásicas, casi siempre descuidadas ante la fascinación temática de la obra: las fugas en 2º. y 4º. movimientos, y el Tema con variaciones, del final, un estilo en el que Saglimbeni siempre se ha destacado, y una permanente conservación del equilibrio tímbrico, que fue notable en la espectacular coda del Allegro con brío inicial, donde la confluencia de melodías y temas de cada sección de la orquesta es tan apabullante que resulta imposible dejar que una predomine sobre la otra, y así lo entendió con brillantez el director.
El Concierto “Emperador”, el quinto de la serie pianística del genial sordo de Bonn, figura en mi personal Top 5, de los conciertos para piano, al lado del 3º. de Rachmaninoff, el 2º. de Brahms, el 1º. de Tchaikovsky y el 20 de Mozart. Pero, en realidad creo que el de Beethoven es casi imbatible. Plantea, ya desde hace 200 años, el formato que hará de los conciertos de teclado y orquesta, el favorito de las audiencias: el lujo de la orquestación, la enormidad del estilo, la extensión y potencia de la escritura del piano, la inagotable riqueza de los temas, el melodismo elegante y profundo a la vez, la impronta brillante a lo largo de los casi 40 minutos de duración que abarca. A diferencia de la 9ª. o la 5ª., ya casi insoportables de escuchar en cualquier versión, tras su saturación ejecutoria, el Emperador, en manos de unos hábiles y talentosos pianista y director, deslumbra casi invariablemente.
Arnaldo Pizzolante, quien es un pianista de sólida solvencia, estuvo en muchos momentos muy cerca de este logro con el Concierto No.5, pero su pianismo, su juego con las dinámicas, su resistencia para las largas extensiones a recorrer, que esta obra propone (es como una carrera de 400 metros), aún está distante de sus exigencias. Su digitación es férrea, tiene uno de los mejores trinos, tresillos y arpegios de nuestros tecladistas, y sus octavaciones son contundentes, pero es débil al mantener la tensión interpretativa e hilar los diversos pasajes, en concordar con la orquesta en pasajes de particular concertación, y es avaro en matices y juego de claroscuros. Además la memoria lo traicionó en un par de ocasiones. Rodolfo Saglimbeni, al frente de su OSMC, planteó un estilo de abordaje a la obra, que encontraría mucho más felicidad en la segunda parte del concierto. Esto es, se aproximó al estilo más rústico e incisivo de las lecturas “de época”, de nuestra modernidad, lo cual, al intentar sostener las fisuras de su solista, terminó dando un efecto ambiguo.
Pero Saglimbeni es una de las escasísimas batutas en nuestro medio, interesado en la investigación filológica de este repertorio clásico, y ha estudiado las nuevas ediciones de ellas, con sus indicaciones de orquestación, de velocidad, de ejecución instrumental, de pausas e indicaciones dinámicas. Por ello, su lectura de la Sinfonía Eroica, la No. 3, de este domingo es una de las más interesantes escuchadas en Caracas, de esta obra.
Velocidad sin concesiones, sonido más bien hiriente que mórbido (hay que recordar el escándalo que muchas sinfonías beethovenianas suscitaban por lo “ruidosas” que sonaban a los oídos de entonces, montaje de pasajes discernidos casi camerísticamente (como el soberbio pasaje de los cornos a 3 voces en el Trío del Scherzo), búsqueda de una transparencia orquestal (solo 60 músicos empleó) y con especial atención a unas formas clásicas, casi siempre descuidadas ante la fascinación temática de la obra: las fugas en 2º. y 4º. movimientos, y el Tema con variaciones, del final, un estilo en el que Saglimbeni siempre se ha destacado, y una permanente conservación del equilibrio tímbrico, que fue notable en la espectacular coda del Allegro con brío inicial, donde la confluencia de melodías y temas de cada sección de la orquesta es tan apabullante que resulta imposible dejar que una predomine sobre la otra, y así lo entendió con brillantez el director.
Les proponemos la escucha del 2o. movimiento del Concierto Emperador de Beethoven en este bonito montaje del suscriptor de You Tube, Classical Music 4 life, que colgamos aquí para ustedes, como ilustración a nuestra entrada y juego de correspondencias imágenes-música.
1 comentario:
Hermosa pieza, digna para ser escuchada cuando el alma pide un poco de paz en ese caos de vida urbano - consumista. Las imágenes, por demás, acertadas.
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