Einar Goyo Ponte
El álbum que hoy nos ocupa es La sonnambula, de Vincenzo Bellini, según la edición crítica de la casa Ricordi, de 2004, dirigida por Alessandro de Marchi, con la Orquesta La Scintilla, y las voces protagonistas de los estelares Juan Diego Flórez y Cecilia Bartoli, quien culmina con esta ópera su tributo a la soprano María Malibrán, intérprete, junto con Giuditta Pasta, y otras célebres de la primera mitad del siglo XIX, del rol principal de Amina, la aldeana suiza que camina dormida y pone en peligro su noviazgo. La investigación filológica de Alessandro Roccatagliati y Luca Zoppelli revela que Bellini pensaba en una voz menos sopranil y aguda para su protagonista, es decir, la tipología vocal (Barrientos, Pagliughi, Callas, Sutherland, Dessay)que tradicionalmente se ha adueñado del papel, con legítimos méritos, no obstante. Por ende, la grabación recupera las claves originales de la partitura y la ejecuta con una orquesta de instrumentos de época y la afinación de entonces. Suena, por tanto, “más baja” que las versiones tradicionales, aunque no en todos los números. Por ejemplo, los dúos tenor-soprano están en la misma clave en que los cantan Callas y Valletti o Callas-Monti en los 50. Las partes de Amina, la protagonista, benefician la tesitura mezzosopranil de la Bartoli, pero sentimos que las de tenor restringen relativamente a Flórez.
Su Elvino es en exceso contenido. Aporta su habitual elegancia en el fraseo, y su precisión y brillo en acrobacias y agudos, pero nada lo acerca de la lejanía sideral que con respecto a la prestación calurosa, de infinitos matices y vehemente tono elegíaco de Luciano Pavarotti, en su registro con Joan Sutherland de 1983, mantiene. Sólo en su cavatina “Ah, perché non posso odiarti”, lo sentimos más desahogado y mordente. Parece haberse conformado con la opción meramente vocal para diseñar su rol, a diferencia de su partenaire. El criterio filológico le obvia todos los sobreagudos finales.
Por el contrario la Bartoli está soberbia como la ingenua sonámbula. Esta es una ópera donde lo menos importante es el argumento, el cual debe verse –cualquier otra pesquisa de profundidad es ya un despropósito- como una excusa para situaciones líricas, de una melancolía sugestiva y romántica, que privilegia los afectos (amor juvenil, celos, despecho, melancolía) por sobre la lógica de la historia. Los molinos y las vaquitas suizas, la campiña, la misma disfunción del sueño, no son más que excusas para un cofre de ánimos amorosos, cuitas del corazón hechas música de la manera más ensoñadora, nostálgica y extasiada posible. En Bellini, esa ecuación inversamente proporcional de trama-música, siempre funciona con beneficios para la última. Tal se confirmará en I puritani. La mezzosoprano romana logra insuflar vida humana y hacer auténticos estos sentimientos: la candidez del aria inicial, el arrobo de los dúos amorosos, el desconcierto ante el repudio de su novio, y el célebre “Ah non credea mirarte”, casi fuera de este mundo, tal como Callas lo recreaba, pero con un sello de sofisticación muy personal de la Bartoli. También es notable su agilidad en la cabaletta final.
El bajo Ildebrando D’Arcangelo, de seductivo timbre, y las sopranos Gemma Bertagnoli, brillante como Lisa, la insidiosa rival de Amina, y Liliana Nikiteanu como Teresa, su madre, componen un exquisito reparto de respaldo, así como lo es la luminosidad de la orquesta y batuta de De Marchi, aunque los pulsos no siempre sean coherentes.
La edición es Decca-L’oiseau lyre, noviembre 2008.
Como muestra ofrecemos el final del dúo "Prendi, l'anel ti dono" (Ah, vorrei trovar parola), donde puede apreciarse con claridad la distancia entre el fraseo del tenor y el de la mezzo, y luego, una de mis melodías bellinianas favoritas de siempre, el "Ah, non credea mirarti", en la excelente versión de la Bartoli.
11 Ah, vorrei trovar parola.wma - Cecilia Bartoli-Juan Diego Flórez
23 Ah! non credea mirarti si presto estinto, o fiore (Act 2).wma - Cecilia Bartoli
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