lunes, 23 de febrero de 2009

DE BRUCKNER A GERSHWIN






Einar Goyo Ponte
La temporada musical caraqueña ha arrancado, a pesar de los feriados forzosos, los comicios y los carnavales. La Sinfónica Municipal en su teatro del centro de Caracas, la Sinfónica de Venezuela con el repertorio de cámara, la zarzuela en el Aula Magna, y la Sinfónica Simón Bolívar, además del concierto con Juan Diego Flórez, ha ofrecido una serie de presentaciones casi clandestinas con Dudamel y Claudio Abbado. En ese inicio de año se incluye la Gala Japonesa que realizara la OSV este jueves 12 de febrero.

Se trata de un concierto donde se honra al cuerpo diplomático nipón, que se ha constituido en un importante baluarte de la casi ya octogenaria orquesta. La edición de 2009 no incluía obras japonesas, sino un repertorio del viejo y el nuevo mundo.

El director alemán Raoul Gruneis, ya invitado habitual de la OSV, condujo a la hueste criolla a través de las mastodónticas y laberínticas galerías de la música de Anton Bruckner. Ya en otros espacios he declarado mi incompatibilidad con la obra de este compositor alemán, suerte de ave desorientada entre Wagner y Mahler. La Sinfonía No. 4 en mi bemol mayor, llamada la “Romántica”, es en teoría la más digerible de su ciclo. Pero ni así puede el oyente moderno, quien ya ha asimilado al autor de Parsifal, en aras de su tentativa de construir un drama musical y ha logrado descifrar el esquema de sus leitmotiv, y quien ya acepta a Mahler como uno de sus contemporáneos, soportar con paciencia esa estructura eterna de rondó en todos los movimientos, con exacerbación de la forma cíclica: uno o dos temas, de cierta atracción, que se repiten y repiten, tras interludios inexplicables y de difícil coherencia durante más de veinte minutos, promedio de lo que duran cada uno de sus movimientos. Quizás el mérito más interesante de Bruckner sea el de crear la sensación de que el tiempo se anula, pues tenemos la impresión, tras una hora larga de música de estar escuchando la misma estrofa una y otra vez. Gruneis sacó toda la potencia de sus metales y percusión, galvanizó las maderas y las cuerdas, pero no pudo evitar inestabilidades de afinación en el Andante y el Scherzo.

Más feliz, ligera y animada fue la segunda parte, al rendir homenaje al Bicentenario de Felix Mendelssohn con la briosa prestación de su Obertura Las Hébridas, la cual después del plúmbeo Bruckner fluyó fulgurante como un meteoro, subrayando la vena pictórica y narrativa del romántico.

Pero el programa llegó a su verdadera y justa cima con el Concierto en fa para piano y orquesta, del neoyorquino George Gershwin, con Sadao Muraki (venezolano de origen japonés) como solista. Pianista y orquesta empapados de swing y cadencias jazzísticas, dieron una versión destellante de la obra Gershwiniana, tan variada e impredecible en su desarrollo de temas como una jam session, por lo que la concitación del diálogo entre solista y secciones de la orquesta es esencial, pues el tratamiento es más propio de una banda de jazz que de una sinfónica. Gruneis, sin embargo, dio todo el brillo imprescindible para los grandes pasajes orquestales, de naturaleza más europea y hasta, si se quiere, cinematográfica, de la visión del compositor. Con fuerza y diafanidad de digitación Muraki triunfó en su desempeño. Un poco vacilante al inicio, pero sin perder energía en el primer Allegro. El fraseo y el melos dominaron en el extraordinario Andante con moto, lleno de blues, para volver al ritmo penetrante en el Allegro con brio final. Hasta los metales y la percusión, agotados en el exigente Bruckner, recuperaron su prestancia en este trepidante movimiento final.


Como ilustración les inserto aquí el hermoso movimiento lento del Concierto de Gershwin, en una versión femenina, con la pianista Leslie Stifelman, y la directora Marin Alsop, al frente de la orquesta norteamericana Concordia.
















10 Concierto en Fa, Andante con moto.wma - George Gershwin, Leslie Stifelmann, Marin Alsop

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