Ahora realiza la fase crucial de su Concierto barroco, según la hermosa novela de Alejo Carpentier, que García escenificara en Caracas a finales de los 90: busca su camino de reencuentro con sus orígenes, a través de las islas y tesoros que ha acopiado en sus experiencias y trayectos. Así propone su Traigo de todo, extraordinaria producción discográfica, que acaba de presentar con un espectáculo en el Centro Corp Banca, respaldado por un inaudito trabuco musical: Aquiles Báez, César Orozco, Eddy Marcano, el “Nene” Quintero, el “Negro” Diego Alvarez, la flauta de Eric Chacón, el cante de Goyo Reyna, y el coro de Fusión IV, con el ingrediente de Elizabeth Quintanales, todos desgranando los impactantes arreglos de Lorenzo Barriendos, quien produce, dirige y toca el bajo en conciertos y Cd.
Es una pena que para esta reunión estelar (no son los mismos músicos del Cd, salvo un par de excepciones), El Negro Iván no se hallara en la mejor de sus condiciones vocales (tampoco lo está por completo en el disco), por ello esta crónica, que quiere registrar uno de los placeres más intensos en materia de producción musical en varios meses, mezcla las impresiones del concierto con la gozosa audición del Cd, al que, no obstante, creo le faltó el equilibrio que el programa en vivo rezumaba. Dos de los números más atractivos están apenas al inicio, luego hay largos tránsitos por parajes más oscuros, espinosos o áridos, con eventuales vueltas a la inventiva y luminosidad que nos encandila en los primeros surcos. También es un poco contraproducente la riqueza tímbrica del concierto, con ensamble de cuerdas y múltiple percusión, frente a la parquedad instrumental del Cd, lo cual vulnera un poco el goce de las Habladurías, de Estévez y la Quirpa Guatireña, de Sojo, sin embargo entre las mejores selecciones del Cd. Aunque no al deslumbrante nivel del Chimbanglero Mozart, que fusiona con una audacia genial (en arreglos y canto) el aria del catálogo del Don Giovanni, con ritmos y percusiones brasileños, costeñas venezolanas y flamencas españolas. Otras seducciones irresistibles provienen del bolero de Alvarez, Yo soy el que espera, la elegía ecológica Madre Tierra, de Nacho Izcaray, de profundísimos fraseos, el Afro-Vocalise, que Gonzalo Grau le montara a partir de Ensaladas, de Mateo Flecha y cantos coloniales negroides latinoamericanos; la disección extrema de los versos de El ordeñador, de Antonio Estévez, la cadencia de Aguas, de Blanco y Rego, el homenaje a Morella Múñoz en las dos canciones infantiles, el hermoso dúo con Soledad Bravo en la no menos intensa canción de Henry Martínez Venme a buscar, y el guiño urbano-popular en Mi amigo Sebastián, de Franco de Vita, con el autor a dúo.
Para quienes habitamos estas babeles modernas, este cajón de sastre, genio y versatilidad es lo más parecido a nuestra sensibilidad y al agua que riega con fecundidad nuestros oídos. Para hacerles agua la boca, les cuelgo el impactante inicio del disco: el Chimbanglero Mozart, uno de los surcos más ingeniosos, sabrosos y mejor ejecutados de Cd alguno de los últimos tiempos. Mezcla de humor musical, literario, cultura global, mestizaje, transculturación y muestra de que los lenguajes artísticos son realmente universales. Ojalá en el mundo cotidiano pudieran hacerse estas mixturas con la misma facilidad y felicidad con que las hace la música.
Chimabanguelero Mozart.wma - Iván García
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