Einar Goyo Ponte
En una Polonia sometida por el poder ruso zarista, que oprimía la oposición juvenil de los estudiantes y las organizaciones secretas, en las que participarían amigos de Frederic, con la prensa censurada en Varsovia, y donde la francmasonería y las sociedades secretas cocinan la insurrección que arderá en 1830, irá creciendo el joven Chopin, estudiando griego, latín, alemán, inglés e italiano, el francés se lo habrá enseñado su padre. Todavía tiene tiempo de ir al conservatorio y estudiar música y canto, y hará estrecha amistad con la nobleza. En 1818, se presenta en público por primera vez, en el Palacio Radziwill, como pianista-niño prodigio. Seguramente con el repertorio clásico de entonces y sus propias composiciones, pues ya, gracias a un sacerdote amigo, el Padre Cybulski, se ha publicado su primera Polonesa, la cual recibe una crítica elogiosa de la Revista de Varsovia. Mientras tanto, comparte su fruición al piano con el talento para dibujar y hacer caricaturas.
De la corte de los Radziwill, Chopin pasa a la de los Czartoriski, y así a la de muchos otros nobles, para, en 1819, ofrecer un concierto en honor de la famosa belcantista Angélica Catalani, quien queda tan fascinada con “Chopinito”, pues así lo llamaban, que le regala un reloj de oro, del cual Frederic no se separará nunca más. En su agenda del año 1821, figura María Feodorovna, la madre del zar, y sus presentaciones se hacen tan frecuentes que su maestro Zwyny, lo añora y admite que ya le ha enseñado todo. En recompensa, para su cumpleaños, el 21 de abril, le dedica su tercera Polonaise. Pero, ese mismo año, Josef Elsner, fundador del Conservatorio de Varsovia, lo invita a estudiar con él. Cree que Frederic tiene el talento para realizar su sueño: componer una ópera polaca. En ello se equivocará, pues su pupilo siempre se sentirá atraído por el auge romántico de la ópera de su tiempo, que es el de Rossini, Bellini, Donizetti y Weber, pero sabrá que su estética no va por ese camino. Elsner se esmera en revelarle los secretos de la armonía, la composición y el contrapunto. Fruto de ello es su cuarta Polonesa, en sol sostenido menor. Ya Fryderyk tiene doce años.
Escucharemos esas dos Polonaises de primera juventud. Están llenas de adornos encantadores, juveniles, que ya anuncian la oculta melancolía del gran Chopin posterior. La primera está ejecutada por Idil Biret, la segunda, por un intérprete desconocido.
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