sábado, 24 de julio de 2010

UN ROSSINI POLITICAMENTE CORRECTO Y ESPLENDIDAMENTE CANTADO

Edgar Villanueva. Paris (Francia).





Políticamente correcta, con pretendidos visos de modernidad, no del todo conseguidos, ha sido esta nueva producción de La Donna del Lago de Gioacchino Rossini, a cargo del director catalán Lluis Pasqual para la parisina Opéra Garnier, vista a finales de junio de este 2010. El título, que curiosamente nunca se había presentado en ese escenario, convocó a un cast de esos que hacen colgar rápidamente en taquilla el cartel de sold out : Juan Diego Florez, Joyce di Donato y Daniella Barcellona, secundados por Colin Lee y Simón Orfila, entre otros.



Pasqual intenta relatar la historia desde el socorrido recurso del teatro dentro del teatro. Con el támdem Frigerio/Squarciapino crea un espacio de estilo neoclásico donde el coro, suntuosamente vestido al uso del tardío siglo XIX, presencia las acciones de los solistas, ataviados a la usanza medieval. Abucheada sonoramente la noche del estreno, la propuesta del director escénico a lo que contribuye es a hacer más confusa la historia central: la del amor de tres hombres hacia una mujer. Su mérito, no obstante, estriba en haber permitido que el canto fuese el protagonista absoluto del espectáculo.



El libreto de La Donna del Lago fue escrito por Andrea Leone Tottola, inspirado en el poema épico The lady of the Lake de Sir Walter Scott. Una vez puesta en música por Rossini, fue estrenada en Napoles en 1819 por la prima donna Isabella Colbrán. La acción se situa en Escocia, en 1530, en el marco de la rebelión de los Highlanders de Stirling contra el Rey Jacobo V. Douglas de Anjou, antiguo preceptor del Rey, ha sido desterrado de la corte y se refugia en las montañas junto a su hija Elena. Aquí, Douglas se ha ganado la protección de Rodrigo, el jefe de los rebeldes a quien en gratitud ha ofrecido la mano de Elena, pero la muchacha se ha enamorado del joven guerrero Malcolm Graeme. Desesperada, Elena pasa las horas junto a la ribera del Lago Katrine, ganándose así el apodo de “La mujer del lago”.



Musicalidad ejemplar



Como Elena, Joyce di Donato lució una voz oscura, de registro excepcional y soberbio dominio técnico. Su instrumento, rico en armónicos, le permitió colorear el drama con matices justos, desde la acariciante oscuridad de ”O matutini albori” hasta un exultante y luminoso “Tanti affetti”, prodigio de la coloratura ligada, con puntuales notas staccatti y alardes como las endiabladas volate: ascensos y descensos cromáticos en un solo aliento. La suya es una voz que empasta idealmente con la de Florez (calificaría, sin que el adjetivo implique exageración, de histórico el duetto ”Quali accenti” del primer acto, por la ejemplar musicalidad de ambos intérpretes).



Desde hace tiempo no existen dudas acerca de quién es el mejor tenor belcantista de esta generación. Como en otros roles rossinianos, Juan Diego Florez auna a su técnica imbatible y frescura tímbrica un conocimiento estilístico envidiable. Mención aparte para su interpretación de la difícilísima aria “O fiamma soave”, algo ingrata por su ubicación al principio del segundo acto, que parece resuelta con una facilidad pasmosa. Muy por debajo del artista estuvo la dirección escénica de su rol (El rey Giacomo V), bastante unidireccional y predecible, y más que discutible la “huida” del personaje justo antes del jubiloso rondó final a cargo de la protagonista.



El Malcom de Daniela Barcellona (de instrumento tan distinto al de Di Donato, tambien mezzosoprano) fue de una elegancia, color y morbidez ejemplares. Regaló un “Mura felici” de válida introspección, con unos dibujos musicales de gran fantasía (las roulades de la sección rápida) y prolongado aliento en los finales. La voz ha perdido, es cierto, algo del terciopelo de hace una década, pero no así el esmalte y ni la uniforme intensidad en todos los registros. A ello hay que añadir la elegancia con la que suele abordar los personajes in travesti.



Como Rodrigo, el tenor Colin Lee, habitual del Covent Garden londinense y del sello discográfico Opera Rara exhibió un canto de atlética contundencia, rotundidad y energía en las numerosas páginas di forza que su personaje posee, además de los escalofriantes agudos, alcanzados con rotundidad y precisión. El retrato psicológico de su personaje lo brindó con absoluta solvencia en el aria “Ma dov’è colei che accende” y en la escena “crudel sospetto, che m’agiti nel petto” que adelanta el finale primo.



Tampoco quedó a la zaga el Douglas de Simon Orfila, bajo cantante afianzado en el repertorio belcantista, de instrumento dúctil y color casi baritonal. Muy aplaudido en su aria “Sul labbro tuo stranieri”. Destacable asimismo la intervención de Diana Axentii como Albina, responsable de las frases “e vinto il nemico, oppresso l’audace” cantadas sobre una melodía de apabullante belleza que lleva al cierre del primer acto.



Al protagonismo excesivo del ballet habría que contrastar el rendimiento irregular del coro, sobre todo en la cuerda tenoril, que sonaba en exceso estridente y poco idiomática. La orquesta dirigida por Roberto Abbado fue un acompañante solvente, si bien no deslumbrante. Su principal aporte estuvo en permitir el lucimiento de los solistas, aportando eventuales novedades tímbricas en los finales de los dos actos que integran esta obra tremendamente seductora y misteriosa.

Fotografías: Agathe Poupenay (Opera National de Paris)
Edgar Villanueva.






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