miércoles, 31 de enero de 2007

Tratado de lo invisible I.


Cuando la música desemboca en las palabras, cuando las palabras reencuentran su armonía secreta. Música y literatura: dos lenguajes que se encuentran en el combate contra lo perentorio.


"JESSICA: Jamás estoy alegre cuando oigo una dulce música.

LORENZO: La razón es que todos vuestros sentidos están atentos (...)si ocurre que, por casualidad, los potros oyen un sonido de trompetas, o si alguna tonada musical llega a herir sus oídos, los veréis, bajo el mágico poder de la música, quedarse inmóviles como por acuerdo unánime, y sus ojos tomar una tímida expresión. Por esta razón, el poeta imaginaba que Orfeo atraía a los árboles, a las piedras y las olas, pues no hay cosa tan estúpida, tan dura, tan llena de cólera, que la música, en un instante, no le haga cambiar su naturaleza. El hombre que no tiene música en sí ni se emociona con la armonía de los dulces sonidos es apto para las traiciones y las malignidades; los movimientos de su alma son sordos como la noche, y sus sentimientos, tenebrosos como el Erebo. No fiéis jamás de un hombre así. Escuchad la música."

William Shakespeare: El mercader de Venecia. Acto V, Escena 1.

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