lunes, 30 de julio de 2007

LOS PANTALONES DE DUDAMEL




Einar Goyo Ponte


Los conciertos de la Sinfónica Simón Bolívar se caracterizan penosamente por comenzar siempre más tarde de lo anunciado, pero este domingo 22 marcaron un hito. Media hora de retraso, lo cual en un programa maratónico como el que se anunciaba (nada más la 7ª. Sinfonía de Mahler, excede largamente la hora de duración) lucía claramente como una desconsideración hacia el público. ¿La razón del retraso? Los pantalones del director Gustavo Dudamel, olvidados en el closet de su casa. ¿No hay guardarropas en el TTC? ¿No había nadie de la talla del director de la sinfónica de Los Angeles que pudiera prestarle un par y permitirle salir a complacer a una audiencia que había abarrotado la sala? Parece que no: tuvo su esposa que ir a buscárselos a casa, planchárselos y traerlos al teatro. ¿Qué tal? Hasta en anécdotas extravagantes quiere emular Dudamel a los directores legendarios.
Para colmo se cambió el programa. Iniciaron con una pieza “inédita”: la obertura de La forza del destino, de Giuseppe Verdi, donde Dudamel parecía ensayar rictus sonoros de lo que creíámos sería su Mahler de la segunda parte, pero que en la energía verdiana, quedan fuera de lugar.
Por fortuna apareció el pianista Emmanuel Ax a darnos una versión casi perfecta del Concierto en fa menor para piano y orquesta, No. 2, de Frederic Chopin. Lo de casi es atribuible al defectuoso (como ya apuntáramos en columnas pasadas) piano de la Sala Ríos Reyna, de destemplada sonoridad en todo el centro del registro. Cuando el maestro Ax, especialista en esta música, por lo cual se permite una energía poco frecuente en Chopin, tocaba recio, el sonido perdía musicalidad y tersura. Al contrario, al aplicar una digitación suave, deslizante, en el despliegue experto del famoso rubato chopiniano, era una gloria escuchar aquellas cascadas de escalas y trinos, que en la escritura del compositor, dejan al piano totalmente expuesto, dada la parquedad de la orquestación. El larghetto central fue increíble por transparencia, nitidez y morbidez. Pocas veces unas modulaciones tienen tanto impacto emocional.
Y Mahler tampoco llegó. Su 7ª. sinfonía, quizás la más difícil del ciclo, tanto que Abbado tardó casi veinte años en incluirla en su integral mahleriana para los estudios de grabación, fue sustituida por “otro estreno universal”, ignoto para la OSJVSB: la 5ª. Sinfonía de Beethoven. Gato por liebre, pues. No por los compositores, claro está, sino por el desparpajo y el artilugio. Ante tamaño irrespeto abandonamos la sala.


En el siguiente control puedes escuchar una versión inferior a la de Ax, del larghetto de este concierto de Frederic Chopin.



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