Einar Goyo Ponte
El crítico musical español Arturo Reverter (1995), citando a un estudioso (Mason, del cual sin embargo, no nos da más señas, en su Brahms, de la editorial Península) de la obra brahmsiana, dice del compositor: “los dos poderes esenciales de su genio son el poder para concebir elementos de una simplicidad que los hace universales y el de poder evocar desde ellos una jamás soñada riqueza de significados”. Una muestra de esas facultades del creador alemán volvimos a tenerla el domingo 1 de marzo, en el inicio del ciclo que le dedica la Sinfónica Simón Bolívar.
Dos obras, de magnitudes distintas y diferentes ambiciones e intenciones, se programaron en este primer concierto. En una inversión poco acertada del orden de ejecución, se presentó primero la más trascendental, y para cerrar, la más modesta.
Así la OSSB abrió con la Sinfonía No. 2, en re mayor, Op. 73, para mí la más brillante y apoteósica del compositor. En ella se aplica de manera gloriosa el juicio referido arriba, pues Brahms convierte un elemento de cándida simplicidad, la célula melódica de su popular Wiegenlied (Canción de cuna) en el centro de una sinfonía heroica, imponente, que evoca desde paisajes serenos, contemplativos hasta avatares tormentosos y crispados. El mismo principio de transformación funciona en el Adagio non troppo, que transforma un tema bucólico en ansioso y casi trágico, todo por una sabia manipulación de las modulaciones. Por el contrario, en el Allegretto, todo se basa en el juego rítmico, para concluir en el espectacular final, de forma cíclica, gracias a las alusiones y transformaciones de nuevo sobre el tema del Wiegenlied, ya irreconocible en tal explosividad y empuje irresistible.
Eduardo Marturet, el director del ciclo, tiene una afinidad especial con la música de Brahms. Su tendencia preciosista en los detalles tímbricos, el celo por el equilibrio y la atracción por el melos elaborado y emotivo del compositor garantizan en un buen porcentaje una excepcional ejecución. Y así fue salvo en la exageración de la velocidad de la coda final. Pero, la construcción de los últimos compases del Allegro inicial, el apoyo en unos timpani en estado de gracia y en unos fulgurantes cornos, más las filigranas de las maderas, se levantan por encima de ese mero detalle.
El Doble Concierto para violín y cello, es el menos interesante de Brahms. Se trata de una obra que en lugar de asentarse en el virtuosismo, como en los dos de piano y el de violín, lo hace en la sintonía que propicia entre los dos ejecutantes, tanto en el aspecto dialógico, como en el de la concitación y en la concertación, o sea la ejecución sincronizada, pero con temas melódicos que están a años luz del appeal y fascinación de los conciertos ya citados. No es pues un concierto brillante, y sólo unos ejecutantes de primera como Alexis Cárdenas y William Molina pueden elevarlo al nivel que apreciamos, por acoplamiento, matices y meditación en la evolución de las melodías y temas, de las cuales exprimieron una infrecuente calidad cantable. Marturet se vió menos en su elemento aquí, pero fue un valioso apoyo al aportar la sonoridad plena que los ritornelli, las recurrentes reiteraciones de los temas sinfónicos, requieren. Los dos solistas lograron una rara sincronía y una intensa conexión de altísima musicalidad.
Dejo escuchar aquí, un fragmento de unas de las versiones que me acosan desde mi juventud, de la magna 2a. Sinfonía, de Brahms. La otra, por los momentos perdida, es la transparente de Carlo María Giulini, de inicios de los 80. A la que pueden hacer click es a la de Herbert Von Karajan, de
1964, en el movimiento final. Si no se hubiera despepitado en la faramalla de los metales del final, la lectura de Marturet habría encontrado una encomiable sintonía con esta.
04 S. 2.- Allegro con spirito.wma - Filarmónica de Berlín. Dir. Herbert Von Karajan
2 comentarios:
Estimado Sr. Goyo:
En su columna dominical Música, del 15/3/09 (Puro Brahms II) se refiere Ud. al compositor Ricardo Lorenz, quien ..."propone que un apócrifo hermano de Brahms, tras un viaje a Venezuela "... Quiero verificar si Ud. supone o cree saber que no hubo un hermano 2 años menor que J.Brahms (Friedrich Fritz) que viajó a Caracas en 1867,permaneciendo aquí como profesor de piano hasta 1870 cuando regresó a Hamburgo, o ?estoy yo malinterpretando lo que leí?. Ese FF Brahms era conocido entre sus íntimos como "Brahms el malo" (der falsche Brahms) y murió en 1885 a los 50 años (ver C. Rostand Brahms vol. 1, Le Bon-Plaisir-Plon, Paris, 1954). Sería interesante averiguar sus andanzas en Caracas, porque ni J.A. Calcaño ( La ciudad y su música), ni nadie antes o despues de 1958 ha mencionado a este personaje en la historia musical caraqueña.?Tendrá el Sr. Lorenz alguna información adicional sobre Brahms el malo en Caracas, durante aquella otra autocracia [la del "ilustre americano" ahora en el Panteón]?.
Atentamente, SAC
P.D. Mi esposa Estrella C., compañera de su mamá en la Procter & Gamble, antes de 1960, le manda saludos, deseándole felicidad.
Amigo SAC:
No sé por qué confusiones de la web o de mi cabeza cincuentenaria, estaba casi seguro de que había respondido a este comentario. Visto el error procedo a subsanar la horrenda tardanza. Confirmo la existencia del hermano "malo" de Brahms, así como su estadía en Venezuela. No tengo mayores referencias de la misma aquí e ignoro si el compositor Lorenz habrá encontrado información investigando para su obra Fantasía para piano y orquesta de Cámara. Mi adjetivo apócrifo refiere a ese juego de suplantación que Lorenz propone para dicha obra. F. Brahms inspirado en las formas criollas las fusionaría a las suyas, más cercanas al genial romanticismo de su hermano y de allí el sonido y el estilo de la obra mencionada. Puede usted conocerla en el Cd "Camerata Criolla en vivo", de 2002. Retribuya mis saludos a su señora esposa, con el agregado de los de mi mamá.
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