martes, 25 de diciembre de 2007

NAVIDAD




Einar Goyo Ponte


Amo de la Navidad su llave mágica para abrirnos sin mayor esfuerzo los corazones, esa manera suya invisible, intangible, imprecisa de hacernos sentir de inmediato que podemos ser mejores, amo su aroma de promesa siempre intacta y puntual, amo incluso su melancolía, ese trasunto con el mundo antiguo que concebía en estos días el hiemalis, el sentimiento del invierno, de la temporal suspensión del sol, la lejanía de la primavera y el calor. Creo que en el corazón de todas estas fiestas habita incólume esa atávica tristeza, que no es voluntaria ni buscada. Vive con nosotros, y por ello amo y admiro ese espíritu cristiano que quiso colocar en el corazón de ese resabio de nuestra naturaleza o paganismo, como querráis llamarlo, la luz inmensa del Nacimiento del Salvador, del nacimiento de un niño que renueva, recicla y nos hace recomenzar cada año con el brillo de sus ojos. Amo el vínculo familiar al que nos convoca la fecha, amo su atmósfera, ese alivio del trópico que en nuestra latitud venezolana se nos regala, amo las luces, los adornos con los cuales las ciudades se visten, amo el olor a pintura fresca con la cual muchos decidimos rebarnizar nuestras casas, amo la tradición del pesebre, porque nos conecta con nuestros abuelos europeos, desde ese Nápoles donde un día me perdí en medio de la estrecha calle cundida de pesebres, nacimientos y belenes, hasta la Andalucía que nos la transmitió, sin olvidar al humilde San Francisco inventándolo por uno de esos recónditos caminos por los que erraba, envuelto, en gracia de Dios. Amo a Dickens y su Christmas Carol, a Hoffmann y su Cascanueces, los cuentos rusos y el Retablillo de Navidad, de Aquiles Nazoa.
Y por supuesto amo su mesa, sus olores, sus sabores, tan marcados de dulce y ancestro, y su música, la culta, desde los cantos gregorianos que exaltan su Puer natus est o su Hodie scietis, las cantatas u oratorios de Bach, el portentoso Mesías, de Haendel, el Cascanueces, de Tchaikovsky, hasta la popular, tan entrañable, tan doméstica y culinaria: con villancicos, carols y canciones europeas y nuestros aguinaldos y gaitas. Amo la fiesta que ellas propician y la ternura que certeramente nos depositan en medio del pecho.
Y amo el aire limpio y el rotundo silencio de paz que pareciera anillar al mundo todas las mañanas del 25 de diciembre, momento en el que escribo esto y decido compartirlos con todos mis lectores blogófilos. Para todos, y todos sus seres más queridos mi mensaje y abrazo de Feliz Navidad.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabe es extraordinario ese mágico poder que tiene la navidad de despertar un mundo maravilloso que va desde la actividad musical hasta la culinaria y más.Estoy plenamente de acuerdo con usted en ese sentido y deseo que siga escribiendo más y mejor en el blog,sobre el hecho literario y el musical.¡Feliz Navidad!.Zaruman.N-22.

Anónimo dijo...

Estimado profesor, es muy hermoso su mensaje de navidad. Estaba necesitando recibir algo así. Muchísimas gracias. Mis mejores deseos para usted y su familia. Espero poder seguir leyendo sus excelentes textos en el 2008. ¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo!

Beatriz Alicia García