lunes, 17 de diciembre de 2007

EL MITO ACTUALIZADO (Daphne, de R. Strauss, en Amsterdam)






Edgar Villanueva. Amsterdam (Holanda).- Fotos: Monika Rittershaus
La capital holandesa no suele ser un destino muy cálido -meteorológicamente hablando- por esta época del año. Aun así, la cantidad de turistas que abarrotan las húmedas y ventosas calles, los canales y puentes más allá del Dam (la emblemática plaza central de Amsterdam) o el ineludible Barrio Rojo es más que respetable. La oferta cultural de la ciudad es muy amplia, y junto al Rijksmuseum, la casa-refugio de Anna Frank o la casa Rembrandt hay un lugar que concentra cada vez más la atención de los melómanos europeos: Es el Het Muziektheater, sede de la Opera de los Paises Bajos, de propuestas rompedoras e interesantísimas tanto en programación, repertorio y producciones. Los momentos dulces que disfruta la ópera en Amsterdam se patentan en la última producción de la casa: Daphne, del compositor alemán Richard Strauss(1864-1949), 'tragedia bucólica en un acto' con libreto de Josef Gregor, estrenada en Dresden el 15 de octubre de 1938. En una época en la que la Alemania nazi dejaba su cruel huella en el mundo, resulta algo extraño que Strauss -el más grande compositor teutón después de Wagner- se dedicara a un tema que hunde sus raíces en la fuente inagotable de la mitología griega. Daphne es una tímida adolescente más interesada en su amor por los árboles que en el sexo masculino. Ecologista primigenia, es un carácter que no tiene nada que ver con la naturaleza salvaje de criaturas como Salomé o Elektra, heroínas por excelencia del repertorio straussiano.

Nazismo y leyenda

El controversial director escénico Peter Konwitschny atendió al detalle curioso de la génesis de la ópera, y lo comenta en la escena final -transformación de la protagonista en árbol- con imágenes del ascenso del III Reich. La mutación de Daphne en laurel se metaforiza así con la de Alemania en imperio del terror. Hasta ese punto, el desarrollo de la narración escénica transcurre por otros derroteros: el humor (con coristas vestidos de ovejas que fornican, defecan y balan), el sexo en todas sus manifestaciones: homosexual, lésbica, orgiástica y la confrontación entre el amor dionisíaco (el personaje de Leukippos) y apolíneo (el dios Apolo).El director Ingo Metzmacher estuvo al frente de la Orquesta Filarmónica de Holanda, que prodigó sonidos densos, aunque transparentes, muy en sintonía con el carácter 'pastoril' del drama. El acompañamiento en esta obra no tiene el peso ni los decibeles que en óperas anteriores de Strauss, pero la urdimbre instrumental es compleja y de deliciosa audición. En el mismo nivel de solvencia se mantuvo el coro de voces masculinas del teatro. El rol protagonista estuvo a cargo de la soprano de origen colombiano Juanita Lascarro, artista que ha desarrollado una gran carrera en teatros alemanes. Su voz no es extraordinaria ni por volumen ni por extensión, pero es tímbricamente uniforme y de exquisita musicalidad. Es de agradecer que además sea una actriz absolutamente creíble.


Como Leukippos, el pretendiente terrenal de Daphne, el tenor alemán Rainer Trost derrochó energía y un temperamento elocuente y atlético, sin embargo, desde el plano estrictamente vocal, se vio superado por el brillante Apolo del tenor estadounidense Scott MacAllister.La mezzosoprano Birgit Remmert abordó la parte de la diosa Gaia con más intenciones que recursos, pues la parte requiere de una auténtica contralto. Su elegante presencia escénica -que recuerda vagamente a la desaparecida Tatiana Troyanos- no pudo disimular las carencias del instrumento en la octava grave, donde el personaje canta sus más significativas frases.Honesto, y en un punto rutinario, el bajo noruego Frode Olsen -habitual de la compañía- en el rol de Peneios.Si tanto la escenografía como el vestuario de Johannes Leiacker pueden calificarse de 'correctos', el diseño de iluminación, también a su cargo, roza la genialidad por la elocuencia, expresividad y capacidad de creación de atmósferas. La producción, originalmente estrenada en la Opera de Essen (Alemania) en 1999, fue replanteada conceptualmente para su reestreno en De Nederlandse Opera por el polémico Konwitschny, bien conocido en Europa por sus irreverentes producciones del Lohengrin wagneriano para la Opera de Hamburgo y el Don Carlos de Verdi para la Staatsoper de Viena.

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