viernes, 9 de enero de 2009

CUARTETO CON PIANO INCONCLUSO


Einar Goyo Ponte


Clara Rodríguez es una de nuestras más eximias pianistas. Desde hace años reside en Londres, a la que ha hecho centro de una importante carrera internacional, la cual la ha llevado a grabar unos cuantos Cds, a dictar clases en el Royal College of Music, y a estrenar varias importantes obras de compositores venezolanos como Federico Ruiz, Juan Carlos Nuñez y a recuperar tesoros pianísticos de Teresa Carreño, entre otros trabajos.


El Cuarteto es la agrupación que acuñó el formato camerístico para tocar la música venezolana, con dos dúos de nuestros mejores instrumentistas: los hermanos Naranjo y los Estevez. Han incursionado en diversos formatos de experimentación, con orquesta sinfónica, con corales, solistas vocales, siempre en una excelencia casi imbatible.


Ambos se unieron en 2004, en Londres, y en 2007 en Caracas, y este nuevo Cd El cuarteto con Clara Rodríguez, es el resultado último de la experiencia. Está grabado en vivo desde la Sala José Felix Ribas del TTC, en uno de los conciertos del año pasado. Buen sonido, buena atmósfera, excelentes músicos: sensación de disco inconcluso.


Cuando esto ocurre, casi siempre la primera falla reside en el repertorio: ambos tocan por separados piezas de su acervo, mezcladas con aquellas donde reúnen talentos, pero el problema no está allí sino en el balance del mismo, en el sentido de la gradación y el efecto. Los solos de ella (aunque con las cuerdas del grupo) son el joropo Aliseo y el vals Tu presencia, de Federico Ruiz, una de las revelaciones del disco; la Serenata, de Pérez Díaz; el bello vals Noche de luna en Altamira, de María Luisa Escobar, otro delicado momento, y El cumaco de San Juan, de Pacheco. Es música bellamente concertada. Ellos, por su parte se decantan por El morrocoy azul, de Rodríguez y Quiéres contar mis estrellas?, de Miguel Delgado Estevez, dos de sus éxitos más solicitados, y de los cuales repiten su maestría ejecutoria. ¿Qué ocurre cuando tocan todos juntos? Quizás demasiada contención.


Acaso esperábamos, contagiados del virtuosismo habitual de nuestros ensambles, chispas, vértigos, superescalas, solos deslumbrantes, finales de ahogo. En vez, hay un hacer pausado, íntimo, sabroso, pero doméstico, como de reunión de buenos amigos, no de “duelo de titanes”. Quizás ayuda a esta impresión la escasa presencia de piezas más explosivas. Ni quirpas ni pajarillos: muchos valses, canciones, bambucos y danzas zulianas, todas ellas exquisitas como las versiones de Mañanita pueblerina, de Inocente Carreño o la Viajera del río, de Yánez, pero que no conducen a ningún climax, y no porque sea indispensable el ritmo llanero para animar un disco de música venezolana, por fortuna nuestra paleta musical es bien variada, sino porque la vena por la que demora la prestación total se hace monocorde, tanto en variedad musical como en riesgo y audacia interpretativa. Así, parece que siempre estamos a la mitad del disco. Ni siquiera en El diablo suelto con Alacrán (Fernández-Acosta), donde en realidad ni pianista ni grupo comparten felices cimas. Las tres lentas piezas finales del Cd, lo diluyen, no lo elevan, pues desde Pueblos tristes (el track 9 del cd) hasta este lejano 15 de Maracaibo en la noche, no se vuelven a mover las semicorcheas.


Son también inexplicables los arreglos que obligan a la pianista Rodríguez a desaparecer mientras toca El cuarteto, para volver sobre las melodías sin mayor variación ni expansión, como una invitada más bien encorsetada. Un disco de momentos altísimos, pero inconcluso.


Un extracto del disco se puede oír a continuación. Es la Mañanita pueblerina, de Inocente Carreño, uno de los mejores momentos de la grabación.



Mañanita pueblerina.wma - Clara Rodríguez y El Cuarteto

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