domingo, 7 de junio de 2009

EL DIABLO, LA MUJER Y EL OPIO




Einar Goyo Ponte


Algo que siempre hemos valorado de la Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, desde su mismísima fundación en aquel período de oscurantismo, páramo e intolerancia cultural en el que un gobierno adeco o copeyano entregaba a nuestra intelligenza de izquierda los bienes culturales para que a su albedrío difundieran y editaran y produjeran y solazaran a los ciudadanos de la ciudad (¡Ah aciagos tiempos que ya no volverán!) hace 25 años, es su vocación didáctica, la cual la lleva a programar conciertos temáticos que ilustran con su repertorio todo un conjunto de ideas o estéticas, definidoras de una época o una cultura. Así además de entretener con la música profesionalmente ejecutada, se pone en contacto al oyente con un contexto y con una información que lo ayuda a entender mejor lo que escucha.


Así volvimos a encontrar esta vena en el concierto de este domingo 26 de abril en el Aula Magna de la UCV, dedicado a dos manifestaciones cruciales del romanticismo europeo. La primera, presentada por el pianista Sadao Muraki, quien hizo una interesante disertación de antesala, refería al virtuosismo concertístico de los solistas del siglo XIX, representado de manera arquetípica por Niccoló Paganini, demonio violinístico de la época, cuya destreza era tan asombrosa que fomentaba las leyendas y versiones más fantasiosas sobre su talento. Compuso seis conciertos para violín y orquesta, algunos de los cuales se creían perdidos hasta el siglo XX. Son piezas de inspirado melodismo, pero elemental orquestación, donde todo está elaborado para destacar los pasajes virtuosísticos solistas. El Segundo de la serie, titulado “La campanella”, por el tema y el instrumento desplegados en el último movimiento es emblemático de este formato. Así lo asumió el excelente ejecutante que es Alexis Cárdenas, a quien sin embargo sentimos menos incisivo y penetrante de lo que suele serle habitual, pues incluso en esta alternativa tutti orquestal-solo, su timbre sonaba tibio. El dominio del registro agudo permitió un Adagio líricamente elaborado y frases delicadas. No fue irreprochable, empero, la nota final en pianissimo y sobreaguda. Culminó con un impecable (salvo los desacuerdos con las campanillas) Rondó, con sus notas sul ponticello y la exactitud sorprendente de los pizzicati-staccati. Cómplice la dirección de Rodolfo Saglimbeni, a pesar de la discutible ortografía de algunos pasajes en el 2º y tercer movimientos.



La segunda parte del programa, ahora preludiada por la locución del director, contemplaba una obra singular, casi única en la literatura sinfónica, la Sinfonía fantástica, de Héctor Berlioz, obra programática, delirante, audaz, adelantada enormemente a su tiempo, genial de orquestación y de plasticidad, sugerente e inquietante a la vez. Salvo los poemas de Baudelaire, Verlaine o Rimbaud, no hay trance de opio más productivo ni alucinación amorosa más estimulante. Narrando los ensueños y las pesadillas de un artista enamorado inspirado por el fantasma de su amada esquiva, Saglimbeni, de memoria, siguió esta partitura con extrema pulcritud y precisión, en profundo trabajo de dinámicas y matices, en franca colaboración con secciones orquestales involucradísimas. La amada del músico es la idée fixe, ingeniosa prefiguración berliozana del leitmotiv wagneriano, un tema que se escuchará en todos los movimientos, manifestándose como la musa idílica de las fantasías del artista, sus fantamas eróticos, su motivo de desvelo y tormento hasta desdibujarse en grotescas figuraciones y deformaciones que la muestran diabólica e insana en el último movimiento. Pero, en el plano de la elección de velocidades para la expresión, Saglimbeni es la antípoda de Dudamel, y su atracción por los tiempos lentos hace que la música a ratos se le “duerma” o se le haga pesada y rimbombante, lo cual en una obra cargada de ironía y afiebrada fantasía no parece muy adecuado. El dislate dionisíaco de El sueño de una noche de aquelarre, último movimiento de la obra, no llegó jamás.
Les colgamos aquí el final del Concierto "La Campanella", en la versión del italiano Salvatore Accardo, tomado de la integral de los Conciertos paganinianos, con la London Philarmonic y la batuta de Charles Dutoit.




La Campanella - Salvatore Accardo

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