miércoles, 30 de mayo de 2007

SIN RCTV



Einar Goyo Ponte


Es difícil para este blog, habitualmente dedicado a la música y a la literatura, desviarse a este tema del que no hubieramos querido tener que hablar, pero cultura es quehacer humano, cultura es expresión de libertad, de hombres que viven en ella o que con ella sueñan si no la disfrutan, y la libertad es la vulnerada en estos instantes. Para cuando ustedes lean este texto ya RCTV, el canal de Televisión al cual el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela ha decidido no renovar la concesión para que siga transmitiendo su señal, habrá salido del aire. Una orden ejecutiva, cumplida con diligencia más digna de otros menesteres, por jueces, ministros y demás obsecuentes, pretende apagar una historia de 53 años, pero de infinitos esfuerzos, desvelos, iniciativas y, en sus momentos, de sueños, utopías e iniciativas de individuos y colectivos.


No lo logrará. Lejos de ser las absurdidades y las falacias con las cuales, muy torpemente, los propios voceros oficiales se llenan la boca (golpismo, secuestradores de una señal, deformadores de una cultura y un pueblo, lacayos del imperialismo norteamericano), RCTV es un acervo de memoria de la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX. Es verdaderamente patético oír al alcalde Juan Barreto hablar de una señal de Televisión liberada de su secuestro y recordar que ese canal, más allá de las inversiones o criterios de gerencia o capital, que lógicamente debe privar en un empresario o administrador, se instaló en la memoria y en el imaginario nacional, con el esfuerzo, el talento, la audacia, la persuasión de gente como José Ignacio Cabrujas, Salvador Garmendia, Román Chalbaud, Julio César Mármol, José Simón Escalona, Lorenzo Batallán, Luis Guillermo González, Ibsen Martínez y mucha más gente, siempre considerada de pensamiento progresista, algunas de ellas identificadas con el gobierno actual, difícilmente simpatizantes de dominación colonial alguna. Son casi los mismos citados por el ministro Lara como ejemplos de la TV que proponen hacer en el nuevo canal, hoy tan infaustamente nacido. Es decir, Lara quiere hacer la televisión que ya hizo, en gran medida, RCTV: Gómez, el ciclo de cuentos y novelas de Gallegos, el ciclo de Uslar Pietri, fueron los ejemplos que su memoria errecetevista le dictó en flagrante declaración de sus gustos y preferencias. Yo agregaría, aunque seguramente él lo tendrá más fresco en su memoria, el fenómeno socio-cultural que representaron telenovelas de ruptura como La señora de Cárdenas, Natalia de 8 a 9, La hija de Juana Crespo, Por estas calles, Campeones, de Guillermo Meneses, Estefanía, de Julio César Mármol, los llamados unitarios sobre El asesinato de Delgado Chalbaud, o sobre José Gregorio Hernández, programas culturales como Clásicos dominicales, La comedia Humana, las Bitácoras , de Valentina Quintero, los programas de concurso como prueba de conocimiento, desde aquel Viva la juventud, con Oscar Martínez hasta el reciente y exítoso ¿Quién quiere ser millonario?, pasando por el Concurso Millonario, con Doris Wells y Napoleón Bravo, y donde quien esto escribe tuvo el placer de participar; los ciclos de cine clásico que presentaba Luis Guillermo González en las noches, el esfuerzo que representó transmitir en vivo la llegada del hombre a la luna, las primeras transmisiones de Olimpíadas y Mundiales de Futbol, los programas de denuncia periodística dirigidos por Eladio Lárez, Ledda Santodomingo, Marieta Santana, Napoleón Bravo, con participación plural de especialistas y público, en formatos que hoy son célebres en la televisión mundial, pero que aquí se inauguraron con mucha antelación.


Es verdad que en los últimos años, RCTV se había distanciado tremendamente de ese estilo de hacer TV, para ceder a un enfoque más superficial, menos riesgoso, más comercial, sin embargo no demasiado distinto al de la mayoría de los canales comerciales de nuestro espectro radioeléctrico. En particular, hace varios años que prácticamente no veo televisión nacional. Por razones muy personales, se ha alejado de mis intereses. Son otras mis apetencias intelectuales, emocionales y estéticas, pero esa distancia tiene una manera muy directa y franca de expresarse: no ver el canal con el cual no te sientes identificado, bloquearlo en el control, apagar tu pantalla. Yo no necesito un decreto, ni a un ministro, ni a ningún funcionario para que proteja mi salud mental ni mi capacidad de decisión, mucho menos a un presidente que venga a salvarme de unos supuestos coloniaje y enajenación. Se arguyó golpismo, incitación al magnicidio y demás barbaridades políticas, algunas de ellas citadas en el inefable Libro blanco contra RCTV, cuya principal virtud es demostrar que aquello que intenta (infructuosamente) argumentar contra el Canal 2 es materia compartida por todos los canales (muchas de ellas en signo inverso por el Canal del Estado, porque si fueron virulentas las declaraciones de Carlos Ortega o el General Rosendo, no lo fueron menos ni el célebre eructo de García Carles ni el mejor estro del propio Presidente). De allí el indisimulable tufo de injusticia que el cierre o “la no renovación de la concesión”, como gusta llamarlo el gobierno, con su pertinaz inclinación al sofisma y al eufemismo, ha despedido con impresionante eficacia, en mala hora para el régimen de Chavez, la medida alrededor del mundo, alterando narices de alcurnia y de modesta filiación, al norte y al sur, suscitando respuestas, condenas, declaraciones en contra por parte de organismos representativos, ONG, partidos políticos, senados, periodistas, diplomáticos y hasta de los así llamados aliados políticos de nuestro país. De esta manera, Venezuela viene a ocupar un dudoso sitial que hasta entonces sólo sistemas dictatoriales como el de Somoza, Pinochet, Videla, Castro o Franco habían ocupado con la soberbia insensata que da la testarudez, cuando el mundo dejó oír su desaprobación por fusilamientos, desapariciones o masacres. Hoy, el mundo ve como el gobierno venezolano cierra un canal de TV que ya es notorio desaprueba su gestión (y sin embargo, es aquel más frecuentado, o lo era, al menos hasta diciembre pasado, por los funcionarios del gobierno, recuérdese como Iris Varela amenazó -ahora se sabe, con autorizada y meditada palabra- con corta vida al programa “La entrevista” conducido por Miguel Angel Rodríguez), sin abrirle un solo juicio por delito alguno a ninguno de sus directivos o periodistas (sin embargo, las últimas conductas del Tribunal Supremo de Justicia permiten esperar lo peor). ¿Se compara esto a los crímenes de los regímenes oprobiosos citados? Sí, porque atenta contra la libertad de expresión, contra la existencia de la pluralidad, porque revela que nuestro gobierno prefiere aplastar y liquidar a sus adversarios y a quienes declaran ideas diversas a las suyas a combatirlas con la discusión, a convivir con sus desiguales, con sus otros, a reconocer el derecho a disentir. Por eso es irrelevante, como ya lo dijo el Profesor Antonio Pasquali, que uno comparta o no, los principios de RCTV, porque lo que está en juego allí es un principio ideológico, el que sustenta las libertades y la permanente escuela ética que debe ser la democracia: respetar al otro aunque atenté contra mi convicción, contra mi proyecto político, contra mis ideas, y buscar derrotarlo por la vía más efectiva: la del convencimiento, la de la solidez, no sólo de palabra, sino de práctica de mis argumentos. Pero eso, que sería válido en un aula de clases, en una tribuna periodística, en una investigación cientifica, en un proceso jurídico justo y transparente, en una transacción económica limpia, no lo es en el ámbito del poder, cuya única regla es sí mismo. Y el poder, ya lo dijo George Orwell en 1984, no tiene otra manera de ejercerse sino aplastando.


Es triste sí, ver desaparecer la imagen de RCTV de nuestras pantallas, pero ese dolor, esa nueva derrota infligida sobre el lacerado cuerpo de nuestra moribunda democracia, nos revela varias cosas inapreciables: la primera, la endeblez de la fachada democrática con la que el régimen quiere venderse dentro y fuera de nuestras fronteras; la segunda, que termina de una con los temores de los ciudadanos acerca de la invasión del régimen en los espacios privados de los habitantes de esta república. El temor se cancela por la confirmación de la propia pesadilla. Ya no se trata tan sólo de que las cadenas radiotelevisivas se hagan interminables y cotidianas, de que las oficinas, los muros, las fachadas de los edificios sean invadidos por la efigie del Presidente Chavez, de que se obligue a los empleados públicos a jurar, asistir, firmar, pagar cualquier capricho o acto oficial, de que las librerías desaparezcan, de que ir a un supermercado sea una aventura cada vez más angustiosa e infructuosa, de que sacar un pasaporte signifique desvelos y pesadillas dignas de Kafka, de que el control de cambios determiné ritmos de tu vida personal, de tus viajes, de tus compras, de tus anteriormente libres opciones, de que tus vacaciones caigan también en el ojo, cada vez más de Big Brother del Estado, por vía de la Ley Seca, de que la esquina de tu calle sea invadida todos los fines de semana por consignas y altavoces de decibeles ofensivos reclamando (solicitar es otra cosa) la inscripción en el Partido Unico que el Presidente ha urdido, no. Ya no se trata de eso. El cese de transmisiones de RCTV significa, sin más, que el Gobierno, por fin se ha metido en tu casa, y te ha apagado, delante de tus narices, el Televisor. No te ha persuadido a hacerlo, no te ha explicado sus argumentos para convencerte de lo nocivo que era seguir viendo el canal 2. Lo ha apagado por ti.


Ahora es fácil, pues quien puede lo mas puede lo menos, abolir las Universidades, el Colegio Católico donde estudia tu hijo, prohibir la proyección de películas del Imperio Norteamericano, cancelar la importación de discos de rock o jazz, quizás por las mismas razones u otras más insensatas o sofisticadas, como las que se presienten en el discurso de inauguración de Tves, por parte de su flamante presidenta, acerca de las diferencias entre cultura popular e industria del entretenimiento, y así ir borrando, cada vez más vigorosamente, una forma de vida en la que la mayoría de los venezolanos nacimos, crecimos, prosperamos, nos educamos, luchamos y entendimos el mundo y nos entendimos a nosotros mismos. Nuevos y ya casi inexorables giros en esa infernal maquina de hacernos cada vez más pobres ( y no hablo para nada de dinero, sueldos, reivindicaciones sociales, misiones o renta petrolera, sino de opciones de elección: opciones de estudio, de vida profesional, de entretenimiento, de inversión, de trabajo, de crear, de pensamiento, de construir, de discutir, de aprender, de viajar, de hacerse viejo, de vivir la juventud, etc.) en que se ha convertido esta supuesta Revolución, término que quizás ilusamente asociamos a lo liberal, a lo que rompe moldes y restricciones, pero que la práctica, en los dos últimos siglos porfía en demostrarnos que tiene un desarrollo absolutamente opuesto. El discurso que cierra RCTV, el que condena a Tal Cual y a Laureano Márquez, el que despide a científicos en el IVIC, que colecciona presos políticos e invade tus más íntimos espacios, descalifica un sistema de vida, difícilmente perfecto, nunca incondicionalmente defendible, pero que permitió que un chico de Sabaneta abandonara su oscuro anonimato, se labrara una carrera en la milicia y alcanzara (apartando su aventura golpista) la Presidencia de la República. El logró vencer adversidades y consumar sueños, ¿por qué le prohibe seguir haciendo lo mismo a alguien de semejante extracción social como Norkis Batista, por ejemplo, imagen de profundo arraigo popular de RCTV? La esclavitud del espíritu que el fanatismo político exige de los espíritus es una buena explicación. Desgraciadamente, para el Comandante Chávez, no es la única.


Pero el hallazgo más valioso de este triste avatar, es el de hacernos descubrir a muchos, como yo y el Profesor Pasquali, quizás, que RCTV constituye una referencia indeleble de nuestro imaginario colectivo, nuestra primera vez de muchas cosas, la vía más expedita de compartir con un país entero muchas emociones en diferentes momentos, alegrías, miedos, decepciones, revelaciones, sorpresas, tristezas, quizás incluso a nivel inconsciente. Una fugaz lectura de cualquier libro de Carl Gustav Jung o de nuestros autóctonos López Pedraza o Fernando Rísquez, y el régimen tendría una idea del indomable fantasma que ha liberado.


Porque nosotros, felizmente, ya lo sabemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

En torno a RCTV. Más allá de todas las razones que puedan darse, la Constitución (llamada "bicha", "moribunda")señala que la soberanía reside en el peublo, quien la ejerce a través de los mecanismos establecidos. Una cosa es que Chavez sea el presidente de todos los Venezolanos, otra es que no le dimos licencia de corsa...

PD: Yo no puedo creer en un grupo de personas que, luego de leerse una novela nacida en la cuna de uno de los imperios mas grandes de la historia (Utopia) y de mano de un monje catolico (Tomas Moro), crean que esos ideales pueden ser reales.