lunes, 11 de agosto de 2008

EL MAESTRO GALZIO



Einar Goyo Ponte




Puede usted estar seguro de que cuando usted esté leyendo esta crónica, el Maestro Corrado Galzio ya me habrá llamado por teléfono. Este insigne músico de origen siciliano y venezolano de extraordinariamente bien ganada adopción me honra siendo uno de mis puntuales lectores, y cuando el contenido de estas líneas le interesa o impresiona mucho me llama temprano en la mañana y me reitera su cordial invitación a tomar un café y conversar.



Y es que el Maestro Galzio es de aquellos cuya altura profesional y trayectoria artística es inversamente proporcional a su vanidad y jactancia. Lo conozco desde hace varios años, en su acogedora estancia del Centro Monte Sacro, de Bello Monte. Ya tenía de él las mejores referencias: de mis amigos melómanos, de directores de orquesta, de cantantes, y las multipliqué en tres discos que me obsequió en esa ocasión, con ejecuciones de su Cuarteto y su Ensemble, pero tuve conciencia de la verdadera estatura de su espíritu y arte sólo al concluir la lectura del libro La vida fantástica de Corrado Galzio, semblanza biográfica que escribiera el Profesor Michele Castelli (Editorial Melvyn, 2008). Y por supuesto me asombra que un hombre formado en las aulas de la prestigiosa Academia Santa Cecilia de Roma, cultivador, docente, emprendedor de infinitas iniciativas musicales y culturales, que llenara de música nuestra provincia occidental, paladín de la música de cámara en Venezuela, pianista insigne, acompañante de Fedora Alemán, Antonio Janigro, Gaspar Cassadó, Pierre Fournier, Lisa Della Casa, Ricardo Odnoposoff, Christian Ferras, Salvatore Accardo, Uto Ughi, entre muchos otros, y que con ellos y sus agrupaciones ha viajado por casi todo el orbe, sirviendo a la música, fundador de un Festival musical en su Noto siciliana natal, donde invariablemente asisten músicos venezolanos y se toca música venezolana, y honrado internacionalmente con condecoraciones y medallas, se tome la molestia de llamarme cada tantos domingos para decirme, con una candidez conmovedora, que le ha gustado mucho mi crítica.



La lectura del libro nos hace la crónica sucinta de toda esta vida de aventuras y desvelos musicales: su formación juvenil, su bohemia temprana, su fortuita llegada a Venezuela, la manera casi inmediata como se vinculó con los fundadores de la Sinfónica Venezuela, sus siembras de música y cultura en parajes tan lejanos de la capital como San Cristóbal y Maracaibo, sus programas radiales (uno de ellos aún se transmite) y televisivos, su amistad o choque con los músicos arriba listados, sus aún incesantes viajes (a los 89 años), sus sinsabores, sus decepciones ante ingratitudes o desconocimientos, y su inquebrantable optimismo y dedicación por unir aún más a dos paises a los que la historia ha hecho cruzar caminos y avatares desde el mismo instante en que Venezuela cobra nombre.

Escrito en un estilo a media cocción, el texto de Castelli cumple con el cometido de hacer la crónica de los fructíferos años musicales del maestro Galzio, con detalles interesantes como el de su participación en la Segunda Guerra Mundial, la manera como obtuvo la baja, el incidente de la muerte de la esposa de un amigo suyo en el que se vio involuntariamente implicado. No hay, sin embargo, suficiente hondura en los avatares musicales, como en aquellos atinentes a su trabajo en Táchira o Maracaibo, la recepción de sus conciertos, los detalles específicos musicales de sus acompañamientos a las grandes estrellas nombradas, pero donde más torpe resulta esta apurada redacción es en la resolución de la postura política de Galzio: en el momento en que hubiera sido válida su mención, por el contexto de la juventud, la guerra y el momento político, no se hace ninguna directa mención. Pero, adelantada la narración, en medio de la referencia a la relación con uno de sus hijos, hoy uno de sus más estrechos colaboradores en el Festival de Noto, Castelli comete la “infidencia” de señalar que Galzio es de simpatías fascistas, lo cual hoy en día equivale a ser “políticamente incorrecto”, y tal detalle se reitera innecesariamente al querer referir una supuesta anécdota simpática en un viaje a la antigua URSS, en la malcriada negativa de uno de sus compatriotas miembros de su Cuarteto, a retratarse ante la famosa fotografía de Stalin, Roosevelt y Churchill sellando la alianza que pondría fin a la Segunda Guerra Mundial. Si esto tuviera alguna trascendencia en su trayectoria musical o vital o pedagógica, sería absolutamente censurable escamotearlo, las ideas políticas son de libre elección, pero en nuestro contexto político-cultural actual, es casi una imprudencia hacer una mención de apariencia casual o inocente de este grueso detalle.

Por fortuna, la obra y la perseverancia del maestro Galzio se alzan por encima de estas menudencias. Lo perdurable es que viejas y nuevas generaciones, glorias de ayer y hoy, de aquí y de fuera confluyen múltiples en la vida y el quehacer musical del maestro Galzio. Si los pueblos heredan sensibilidad y conciencia histórica, buena parte de esa genética que hoy nos hace destacarnos en el panorama internacional musical se debe a su magisterio.

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