Einar Goyo Ponte
Dmitri Shostakovich, compositor ruso (1906-1975), tuvo el infortunio de vivir durante el régimen stalinista, gran parte de su vida artística. Tuvo que defender, no siempre con éxito, ni poco sacrificio de su libertad creadora, sus ideales y sus concepciones, e incluso sus preferencias artísticas, que se orientaban hacia músicos franceses como Darius Milhaud, compositor de una ópera sobre Simón Bolívar, o su mismo compatriota Sergei Prokofiev, con quien compartía, este último con un poco más de suerte, la crítica pertinaz del régimen a su obra. Así vió obras suyas prohibidas y fue vilipendiado y descalificado públicamente varias veces en su vida, por considerarse demasiado “burgués”, y esto sólo por preferir hacer música paródica, sarcástica, con influencia jazzistica.
Esta fue la vena del compositor que Alexis Cárdenas nos dejó escuchar en la interpretación que hiciera de su Concierto para violín y orquesta en la menor, Op. 99, con la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, dirigida por Felipe Izcaray, sorteando con extrema bravura las terribles dificultades que la obra presenta, sobre todo en el scherzo, la burlesca y en la ardua cadenza de la passacaglia, con una expresión de intensa pulsión, constantemente enfrentado a la ingente orquesta. Izcaray concitó con mucho equilibrio el marco orquestal al solista nunca ahogado ni vencido por la sonoridad masiva, en un nuevo alarde de su virtuosismo.
Luego se planteaba, en el mismo concierto de ese sábado 2, un viaje a otros mundos con la versión comandada por Izcaray y la OSJVSB, de la Suite Los planetas, de Gustav Holst. Ella abre con “Marte, portador de la guerra”, planteado por el director con poco brío y urgencia, quizás en una comprensible disuasión a la exaltación de los aires bélicos siempre tan acechantes, sobre todo en la reciente historia venezolana, pero en general faltó cohesión y vigor en toda la lectura de la obra, tanto que momentos de delicada concertación como el inicio de “Mercurio, el mensajero alado”, sonaron descuadernados; en el grandioso “Júpiter, portador de alegría”, desintegró sus secciones dando una excesiva sensación de fragmentación. Mejoró mucho en “Saturno, portador de vejez”, paradójicamente más ágil que “Marte” o “Mercurio”, para alcanzar un triunfo en el portentoso “Urano, el mago”. No lo acompañó, por desgracia, el Coro Sinfónico Nacional Juvenil de Venezuela, en el último movimiento, “Neptuno, el místico”, desafinados, destemplados, poco matizados. Y así el viaje intergaláctico nos devolvió a la ansiosa Caracas y sus citadinos ecos, con un regusto de insatisfacción.
Esta fue la vena del compositor que Alexis Cárdenas nos dejó escuchar en la interpretación que hiciera de su Concierto para violín y orquesta en la menor, Op. 99, con la Orquesta Sinfónica de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, dirigida por Felipe Izcaray, sorteando con extrema bravura las terribles dificultades que la obra presenta, sobre todo en el scherzo, la burlesca y en la ardua cadenza de la passacaglia, con una expresión de intensa pulsión, constantemente enfrentado a la ingente orquesta. Izcaray concitó con mucho equilibrio el marco orquestal al solista nunca ahogado ni vencido por la sonoridad masiva, en un nuevo alarde de su virtuosismo.
Luego se planteaba, en el mismo concierto de ese sábado 2, un viaje a otros mundos con la versión comandada por Izcaray y la OSJVSB, de la Suite Los planetas, de Gustav Holst. Ella abre con “Marte, portador de la guerra”, planteado por el director con poco brío y urgencia, quizás en una comprensible disuasión a la exaltación de los aires bélicos siempre tan acechantes, sobre todo en la reciente historia venezolana, pero en general faltó cohesión y vigor en toda la lectura de la obra, tanto que momentos de delicada concertación como el inicio de “Mercurio, el mensajero alado”, sonaron descuadernados; en el grandioso “Júpiter, portador de alegría”, desintegró sus secciones dando una excesiva sensación de fragmentación. Mejoró mucho en “Saturno, portador de vejez”, paradójicamente más ágil que “Marte” o “Mercurio”, para alcanzar un triunfo en el portentoso “Urano, el mago”. No lo acompañó, por desgracia, el Coro Sinfónico Nacional Juvenil de Venezuela, en el último movimiento, “Neptuno, el místico”, desafinados, destemplados, poco matizados. Y así el viaje intergaláctico nos devolvió a la ansiosa Caracas y sus citadinos ecos, con un regusto de insatisfacción.
Haz click en el control para escuchar "Júpiter, portador de la alegría", de Los planetas, de Holst.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario